Noa Pothoven, una joven holandesa de tan solo 17 años, falleció en una habitación de su casa por dejar de comer y beber. Los motivos por los que decidió terminar con su vida fueron los reiterados abusos sexuales que sufrió desde los 11 años.
El año pasado, Noa recurrió a la clínica holandesa Levenseinde con un claro pedido: acabar con su vida. Luego de varios estudios psicológicos, los médicos decidieron que tenía que continuar con el tratamiento psiquiátrico y debía esperar hasta los 21 años, edad en la que su cerebro ya estaría completamente desarrollado. La joven no pudo soportarlo más y, con la aprobación de sus padres, resolvió suicidarse.
Holanda fue el primer país europeo en legalizar la eutanasia en el año 2002. Según la ley, se aplica en casos de personas con enfermedades incurables, en fase terminal o que tienen un padecimiento insoportable, que sería el caso de Noa. Entre los 12 y los 16 años, la persona debe tener el consentimiento de sus padres. A partir de los 16, sólo su acompañamiento.
“Estuve deliberando por un tiempo si debería o no compartir esto, pero decidí hacerlo de todos modos. Tal vez esto sea una sorpresa para algunos, pero mi plan ha estado allí durante mucho tiempo y no se trata de algo impulsivo». Así comenzó el último mensaje de Noa en las redes sociales. «Iré directo al grano: en un plazo máximo de 10 días, moriré. Después de años de luchar y pelear, francamente estoy agotada. He dejado de beber y comer por un tiempo, y después de muchas discusiones y evaluaciones, decidí acabar con todo, porque mi sufrimiento es insoportable. Respiro, pero ya no vivo”, sentenció la adolescente su desgarrador mensaje.
Según su propio relato, sufrió el primer abuso a los 11 años en manos de un amigo cuando ambos se encontraban en una fiesta. El segundo ocurrió a los 14, cuando fue violada por dos hombres en el barrio de Elderveld. Ni los padres ni sus amigos sabían del sufrimiento de Noa hasta que hallaron una serie de cartas en las que contaba su enorme dolor. «Hasta el día de hoy todavía siento sucio mi cuerpo. Mi intimidad ha sido asaltada, y nunca se podrá deshacer», decía uno de los textos encontrados.
En los últimos días de su vida, Noa escribió una lista de deseos en una libreta. En la misma, había marcado catorce de ellos, como manejar una moto, beber alcohol, fumar un cigarrillo y hacerse un tatuaje, entre otros.
Ante la incertidumbre y las dudas por parte de los medios nacionales e internacionales, la clínica de eutanasia De Levenseindekliniek (Fin de vida) emitió un comunicado para esclarecer la situación: “Noa Pothoven no murió de eutanasia. Para detener su sufrimiento, ha dejado de comer y beber».
La noticia conmocionó al mundo y hasta el Papa Francisco se mostró consternado: “La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta que hemos de dar es no abandonar nunca a quien sufre, no rendirnos, sino cuidar y amar a las personas para devolverles la esperanza”.
En los últimos años, Noa había ingresado a tres instituciones de atención a menores pero no tuvo resultados positivos. Según su madre, la adolescente necesitaba realizar un tratamiento «en un centro psiquiátrico, pero hay una larga lista de espera».
La ley de Terminación de la Vida a Través de la Solicitud y Suicidio Asistido se aprobó en el Parlamento en 2001 y se convirtió en ley en 2002. Sólo en 2017, 6.585 personas decidieron terminar con su vida mediante la eutanasia en Holanda, representando el 4% de los decesos del país.
Agustín Rugna