En la madrugada del 20 de mayo, un Fiat 147 viaja por la colectora 9 de Julio hacía la ruta 3. Un control policial los espera allí, el auto no se detiene, se desata el horror. Comienza una persecución, ninguna de las dos partes da el brazo a torcer y a la altura del kilómetro 111, el Fiat impacta contra el acoplado de un camión estacionado.
Rápidamente se hacen presentes en el lugar del hecho los vecinos de la zona. El dolor aumenta, porque en el auto viajaban cinco personas. Cuatro de ellos entre 13 y 14 años. Quien manejaba tenía 22 años. La policía científica llega a la escena y «cumple» con el protocolo. Hay cuatro víctimas fatales y una en grave estado. La versión oficial indica que al escapar, el Fiat perdió el control y chocó contra el camión. Varios testigos sostienen que fue un hecho de «gatillo fácil». Las familias presencian el horror, sus hijos salieron a divertirse y se encontraron con la muerte. Evitable, por supuesto.
Danilo Sansone (13), Camila López (13), Gonzalo Domínguez (14), Rocío Guagliarello (13) y Aníbal Suárez (22) se conocían de la plaza Alsina, punto de encuentro central para los habitantes de San Miguel del Monte. Los cuatro menores se conocían de la escuela. Cada una tenía su grupo, pero mantenían una buena relación. Los varones compartían la pasión por el skate, el freestyle y el fútbol, que practicaban en el club Val. Las chicas preferían las tardes de mate y caminata frente a la laguna.
La fatídica noche del 20, Camila le preguntó a su mamá si Rocío podía quedarse a dormir para ir a la escuela juntas al otro día. Ella le dijo que no había problema y se fue a dormir. Las niñas se quedaron en la puerta charlando. Danilo y Gonzalo, por su parte, estaban en la plaza. Cerca de las 2 de la mañana, los cuatro chicos se encontraron en la Alsina, y fue en ese momento cuando Suárez pasó con su coche y los invitó a dar una vuelta.
A Aníbal lo conocían de la plaza. Oriundo de Concepción de la Sierra, Misiones. Hacía año y medio decidió mudarse a 113 km de Capital Federal para trabajar. Vivió un tiempo con sus tíos y luego logró mudarse solo. El Fiat 147 blanco no estaba a su nombre, y según su familia, la policía le pidió una coima de $5000 para que el vehículo no quedara secuestrado en la comisaría. A partir de ahí, el joven andaba con precaución por miedo a cruzarse con un control.
Por el accidente, siete policías fueron detenidos. En el cuerpo de Gonzalo Domínguez se encontró un disparo en el glúteo de una bala calibre 9 milímetros, la misma que usan las autoridades locales. Por otro lado, en la segunda autopsia hecha a López no se encontraron restos de plomo en su cuerpo. En el auto, ella se encontraba al lado de Gonzalo.
Rocío Guagliarello, la única sobreviviente, se encuentra en el hospital el Cruce de Florencio Varela. En los últimos días se le sacó el respirador artificial, y evoluciona paulatinamente. «Es un milagro», señaló su madre, Loana Sanguinetti. Rocío sobrevivió a tres operaciones. La primera fue para curar una herida en el hígado, la segunda para repararle la fractura en el maxilar y la última para reparar sus fracturas en la pierna, brazo y tobillo.
Todo un pueblo salió a la ruta 3 y a la plaza Alsina unido en un mismo reclamo: justicia por las víctimas. Para que no haya nunca más ni un Danilo Sansone, ni un Gonzalo Domínguez, ni un Aníbal Súarez, ni una Camila López. Para que las autoridades no tengan la impunidad de disparar a mansalva. Para que la policía cumpla una única función: cuidar a las personas a las que juraron proteger.
Diego López