Hace 11 años con “la 125”, el proyecto de ley que establecía la movilidad de las retenciones a las exportaciones del sector agropecuario, se producía un quiebre que parecía irreparable dentro del kirchnerismo. Este conflicto precipitó la salida de Martín Lousteau, ministro de Economía de aquel entonces, y culminó con la ruptura de la relación con Julio Cobos, quien era vicepresidente de la Nación y desempató en la Cámara de Senadores con el famoso voto “no positivo”. Estos hechos también provocaron la renuncia del Jefe de Gabinete Alberto Fernández, quien en su última palabra de la carta de renuncia firmó “sinceramente”, al igual que el libro de Cristina Fernández de Kirchner.
Una vez efectuada la salida de Alberto para “descomprimir” la situación que se estaba dando, parecía que nunca más volvería a estar bajo el ala de la expresidente de la Nación. Sobre todo, por sus declaraciones tildándola de haber hecho un «deplorable trabajo en materia de acción institucional», en materia judicial, y en el memorando de entendimiento que firmó con Irán, además de la muerte de Alberto Nisman y su no resolución.
Con el correr de los años, Fernández pasó por diferentes partidos políticos, como el espacio de Sergio Massa y el de Florencio Randazzo. En diciembre 2017, año en el que Cambiemos se quedó con las elecciones de Diputados y Senadores, se reconcilió con Cristina. En ese reencuentro, volvieron a entablar una relación de amistad que luego se transformaría, con el anuncio en redes sociales de la exmandataria, en la próxima fórmula electoral que tiene como precandidato a presidente a él y a ella como vicepresidenta. Una Unidad Ciudadana que era impensada.