La crisis que vive la ciencia y tecnología argentina se profundizó tras conocerse a principios de mayo la renuncia de Dora Beatriz Barrancos, histórica integrante del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Durante su campaña electoral, Cambiemos prometió invertir el 1,5% del Producto Bruto Interno (PBI) en el área de Investigación y Desarrollo y hoy sólo se invierte el 0,6%, que es apenas una cuarta parte de lo que destinan los países más desarrollados para poder ser competitivos en el mundo.
Además, en sus años de mandato, las vacantes del Conicet han ido disminuyendo: De las 900 que se ofertaban en 2015, en 2017 ese número bajó a 600 y este año sólo accedieron 450 personas de los 2.595 interesados. Es decir, sólo un 17,7% de los postulantes lograron entrar a la carrera de investigador y más de dos mil doctores quedaron afuera del sistema después de haber sido formados durante casi una década por instituciones públicas argentinas de calidad. El Plan Argentina Innovadora 2020, presentado en 2013, estimaba un crecimiento anual del 10% de los ingresos con el objetivo de que Argentina se acercara a los estándares internacionales de científicos por habitantes.
La ciencia y tecnología argentina retomó un lugar en la agenda mediática en las últimas semanas luego de conocerse el caso de Marina Simian, bióloga e investigadora del Conicet, que gano $500.000 en un programa televisivo y aseguró que utilizará ese dinero para poder financiar su proyecto en busca de la cura contra el cáncer.