Santiago Gil es un chico de 20 años que va una vez por mes de voluntario a armar casas para gente necesitada con TECHO, una organización que en Latinoamérica comenzó con este proyecto para darles algo a los que menos tienen.
¿Qué es TECHO?
Es una ONG que organiza construcciones para la gente que tiene vulnerabilidad. Le dan mucha importancia a la carencia de derechos, ya que ellos tienen el derecho de tener una casa, pero nadie se los da. Son un intermediario que lleva a los voluntarios que construyen las casas.
¿Qué se puede hacer ahí de voluntario?
Hay diferentes papeles que se pueden cumplir, es como una pirámide jerárquica, hay roles y uno se debe postular en estos. Podés ir de voluntario, que es hacer la mano de obra; luego también podés ir de JC, que es jefe de construcción, que es lo que hice yo la última vez que fui, y consiste en darle las órdenes al voluntario común, y organizar un poco la construcción de la vivienda. Ir a TECHO no solo consiste en construir, sino que también es tener una relación a través de la construcción con la familia a la cual le estás dejando el hogar. Se le da mucha importancia a esa relación que se forma.
¿Está buena esa relación que se forma?
Depende de la familia que te toque, siempre es lindo dejarles un lugar para vivir. Hay algunas familias que son muy cerradas y no se arma una relación tan linda, pero hay otras que lloran, y se emocionan y te agradecen mucho, y es lo que a mí me interesa, que larguen todo lo que tienen adentro y conocer sus vivencias y entenderlas.
¿Cómo llegaste a la organización?
En 2016, cuando estaba en sexto año, mi colegio nos llevó a conocer TECHO. A mí me gustó, y cuando terminé el secundario empecé a ir por mi cuenta. Ahora es como una “adicción” porque me encanta ir y ayudar.
¿Tuviste algún tipo de capacitación?
Si vas de voluntario normal no tenés ningún tipo de capacitación, si vas de jefe de construcción, un día te muestran una presentación donde te explican el manual, que luego te dan para que uno lo lea en su casa.
¿Qué te enseñó TECHO?
Te hace ver las cosas de una manera diferente. Uno está acostumbrado a un tipo de vida, y cuando va ahí, vive otra realidad, que las primeras veces impacta mucho, luego uno la normaliza, pero cuando volvés a tu casa, es muy fuerte de nuevo, por las diferencias. No tienen casi nada, para ellos es normal todo lo que viven, pero les falta la casa, no hay calles asfaltadas, no hay agua, las cloacas son un desastre, no hay servicios ni policías. También me ayuda mucho en los valores.
¿Qué te deja la experiencia?
Satisfacción conmigo mismo por estar ayudando al otro, por saber que le estoy dando algo, una oportunidad de vivir mejor, una vida un poco más feliz, y la experiencia de construir casas también, aunque sea secundaria es muy valiosa.
¿Por qué empezaste a ir?
Yo voy por una mezcla de dos cosas. Una, que me divierte y me encanta construir, y saber cómo hacer una casa, y la otra, y más importante, es para ayudar a la comunidad, a los más necesitadas, que tienen una vida muy dura. Siempre me gustó ser solidario y TECHO es una linda manera de aportar algo, porque es concreto, le estás dejando una vivienda.
¿Qué le dirías a alguien que quiere empezar en la organización?
Primero le diría que la gente de ahí es muy buena, son muy buenas personas, todos te tratan bien, porque saben que estás haciendo una acción solidaria, entonces nadie se trata mal, todo es con amor y respeto. Y segundo, la satisfacción de dejar algo a una familia es increíble, porque al final te das cuenta de lo que estás haciendo. Cuando la familia se pone a llorar y a agradecerte es muy emotivo y no se compara con nada.
Martín Wizenberg