El cigarrillo electrónico, también conocido como vaporizador o vapeador, consta de un recipiente en forma de cigarrillo o similar, una batería interior para generar calor y una carga con una solución líquida que al calentarse produce un vapor que vehiculiza diferentes sustancias para ser inhaladas (vapear). Los jóvenes menores de 24 años son los principales consumidores de este aparato novedoso.
La solución líquida está compuesta por nicotina, saborizantes y otros productos químicos, que al calentarse no sólo generan aerosoles de nicotina sino también otros productos químicos que resultan tóxicos y carcinógenos para la salud. En la Argentina la venta del cigarrillo electrónico está prohibida, pero es de público conocimiento que se comercializa de todas formas. Los frutales y el sabor a chocolate son los más populares y vendibles entre los consumidores.
Según la OMS, algunas sustancias detectadas en el vapor de los cigarrillos electrónicos tienen riesgos tóxicos y cancerígenos, mientras que el aerosol que emiten «es una nueva fuente de contaminación del aire.
Por otro lado, el cigarro electrónico produce alteraciones en la función pulmonar. Los cambios agudos hallados en la función respiratoria, como broncoconstricción, son menores a los que produce el cigarrillo convencional. Hay algún estudio que demuestra que provoca asma en niños, además de irritación en los ojos, garganta y vías aéreas. No existen datos de seguridad a largo plazo. Este nuevo modo de fumar también causa neumonía lipoidea.
Aylen Folia es un estudiante del cbc de Medicina y cuenta que durante los momentos libres en la facultad, suele compartir el cigarrillo electrónico con sus pares. “La primera vez que probé el cigarrillo electrónico me pareció algo que ni siquiera tenía gusto, pero como mis amigos se encontraban constantemente fumando ese tipo de aparato, me fui acostumbrando a consumirlo, más por el hecho de pertenecer socialmente a un grupo que por querer emplearlo. Lo que sí podría afirmar es que a simple vista tiene buena fama, porque estéticamente no es un cigarrillo normal, y muchas personas que no lo conocen se sorprenden y lo quieren ver y aveces hasta consumirlo”, afirma.
Por otra parte, Aylen es consciente de los efectos que podría tener y se manifestó en ello. “Sé las consecuencias que puede tener en un futuro todo lo que tenga que ver con sustancias que no le hagan bien a mi cuerpo; de todas maneras soy una persona muy controladora y por eso cuando quiero consumir cigarrillo electrónico solamente lo hago durante el tiempo libre de la facultad, pero no todos los días y tampoco en mi hogar, es cuestión de manejarlo como se pueda para no volverse adicta”, explica.
Ignacio Petrelli