Tal vez por la cercanía o por ser el ultimo compromiso del año para aquellos jugadores que no están en la elite, este challenger se ha convertido en lugar frecuente para los tenistas argentinos.
El Uruguay Open es un challenger que se disputa en las primeras semanas de noviembre en Montevideo. Se juega en polvo de ladrillo y ya desde 1998 tiene lugar en el Carrasco Lawn Tennis Club. Este torneo tiene un par de particularidades como, por ejemplo, que perteneció al circuito de ATP 250 durante los años 1994 y 1995. También que su nombre no siempre fue llamado “Uruguay Open” se fue modificando y adopto nombres como “Copa Ericsson” y “Copa Petrobras” desde 1998 hasta el 2001.
Lo que no se modificó es la presencia activa de los argentinos, protagonistas en casi todas las instancias decisivas tanto en singles como en dobles. Solamente en cinco ediciones no fueron participes de las 17 finales en singles.
El primer argentino en ganar el certamen fue Eduardo Medica en 1998 ante el noruego Christian Ruud por 6-4. 6-4. Y en dobles, en el mismo año, la pareja argentina Francisco Cabello y Agustín Calleri (actual presidente de la AAT) superaron por 6-4, 6-4 a los brasileros Paulo Taicher y Cristiano Testa.
Máximo González fue el argentino que más finales del torneo disputó. Lo hizo en 4 oportunidades entre singles y dobles. En 2010 fue campeón ante el local Pablo Cuevas por 1-6, 6-3, 6-4. Al año siguiente perdió ante Charly Berlocq 6-2, 7-5. Y en dobles, junto a Sergio Roitman, le ganaron en el 2006 a sus compatriotas Guillermo Cañas y Martin Alberto Garcia por 6-3 y 7-6. La mala fue en el 2010 cuando acompañado por Sebastián Prieto perdieron ante Berlocq y Dabul por 7-5 y 6-3.
Pero hay alguien que siempre le fue bien en estas tierras. Guido Pella, último campeón del torneo, disputó dos veces el certamen. En 2015 le ganó a Íñigo Cervantes (7-5, 2-6 y 6-4) y este año derrotó a Charly Berlocq 6-3, 3-6, 6-1.
También fueron campeones grandes tenistas argentinos como Guillermo Coria, David Nalbandian, Juan Martin Del Potro y Diego Schwartzman.
Por Gabriel Piantanida, Francisco Ortiz y Florencia Patiño