A un año de nuevas elecciones presidenciales en la República Argentina, y a pesar del actual descontento social con el Presidente de la Nación Mauricio Macri, parecería no haber un partido o candidato opositor que pise firme para arrebatarle el mando al “PRO” en el país en 2019.
Los actos peronistas celebrados el pasado 17 de octubre solo sirvieron para demostrar lo fragmentada que está la oposición y lo difícil que será generar una unión entre ellos para intentar armar una competencia consolidada contra el actual gobierno.
En este país, donde parece que solo existe lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, lo blanco y lo negro, no sería inteligente que la misma oposición se dividiera en diferentes partidos, ya que los votos también serían fragmentados y la estrategia de llegar al poder se vería nula debido una mala jugada, como consecuencia de no haber logrado un acuerdo entre las partes por no formar un único partido que pueda competirle al oficialismo.
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Y no se trata aquí de estar a favor de uno u otro bando, sino que parecería que una división entre la misma oposición alejaría el anhelo de llegar al poder en la Argentina e incluso haciéndole las cosas más fáciles al “PRO”, para mantener el poder en el país.
Otra cosa sería si se llegara a un balotaje, donde sería un “mano a mano” entre lo actual y lo nuevo, donde ahí si se podría ver realmente que es lo que quiere la sociedad, aunque se corren dos grandes riesgos. Primero, que no se llegue a dicha instancia. Segundo, si se llega, que el candidato o partido que llegue no sea el “preferible” de la mayoría que quiera ese cambio.
En este sentido, la opinión pública, las redes sociales, las encuestas, opiniones, el boca a boca son factores fundamentales en la implementación de un “plan” para las próximas elecciones. Escuchar que es lo que quiere la gente, como lo quiere, con quien lo quiere. Si la oposición realmente decidiera consolidarse y formar un único partido, debería presentar una cabeza que sea del agrado popular, que en lo posible no tenga un pasado condenatorio y que se muestre como firme cambio. Con credibilidad y sinceridad, aunque a priori parece difícil pensar en un candidato con esas cualidades.
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Pero, como realmente está la situación y como son los argentinos, los egos parecen ser más fuertes que la poderosa razón, y por tal motivo, como se vio en los festejos peronistas, parece difícil imaginar una unión opositora para competir contra el actual mandato. Además de esto, no olvidar que no pasa solo por llegar al poder y “vencer” al partido contrario, sino que los que asuman realmente representen al país como exige y merece la sociedad.
No hay que desviar el foco y entender que, gobierne quien gobierne, deberá ser lo mejor para Argentina, aunque aquí caiga cierta responsabilidad en los votantes. Es difícil pensar que, sin “un mano a mano”, la dinastía del “PRO” finalice en 2019. Además, no toda la sociedad está en total desacuerdo con las actuales medidas, aunque si parece que una lucha social se aproxima en el país en un corto lapso.
Tarea para Daniel Scioli, Sergio Massa, Julio Manzur, Miguel Ángel Pichetto, Florencio Randazzo y también para Cristina Fernández de Kirchner, en dejar los intereses personales de lado y unir fuerzas para concretar un único partido y lograr una gran cantidad de votos para competirle al actual poder.
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Por último, remarcar que no se trata de que el poder actual esté bien o mal, sino que las chances del resto, al no haber hoy en día un fuerte y/o consolidado opositor, parecerían ser escasas si no se concretara una unión. Solo generaría más división entre las nuevas opciones y consolidaría una unión oficialista, quizá no intencional e impensada.
Deberán hacer jugadas inteligentes, al igual que en el ajedrez, y romper con las diferencias personales, consolidando un partido único que se presente en las elecciones del 2019, con la idea de derrotar al oficialismo y que hoy en día solo parece ser uno contra varios.