La película de Netflix narra la historia de la captura del militar nazi Adolf Eichmann en territorio argentino. Las referencias a nuestro país en una producción extranjera.
Barracas y Alemania. El Obelisco y los campos de concentración. Tango y crímenes de lesa humanidad. Israelíes y alemanes en Luján, Hurlingham y Acassuso. A simple vista, estos conceptos mezclados parecen no tener sentido, pero se unieron para llevar a cabo una película basada en hechos reales que tuvieron lugar en Argentina: Operación Final.
La historia se centra en la figura de Adolf Eichmann, un militar de la Alemania nazi que llegó a ser teniente coronel de la SS y que es considerado como el “arquitecto de la solución final”, aquel plan de exterminio que terminó con la vida de alrededor de seis millones de judíos.
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, y previos pasos por Austria y Suiza, Eichmann recaló en Argentina en 1950 con la identidad falsa de Ricardo Klement. Tras un paso por la provincia de Tucumán, se estableció junto a su familia en la localidad de San Fernando, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Allí fue descubierto por uno de sus vecinos, un alemán judío llamado Lothar Hermann, que de inmediato dio aviso a Israel.
La trama del film hace hincapié en la captura de Eichmann, desde que el Mossad -servicio de inteligencia israelí- es informado de su presencia en Argentina, hasta que lograron sacarlo del país para que fuese juzgado en tierra judía (el nombre real de la misión era Operación Garibaldi, por la calle en la cual residía). Para lograr la ambientación adecuada, la producción decidió realizar locaciones en distintos puntos del conurbano bonaerense y en algunos sitios de la Capital Federal, como el infaltable Obelisco, el Cementerio de Recoleta o la Catedral de Buenos Aires.
Es así como los minutos transcurren y en la historia pueden percibirse características nacionales poco vistas en producciones estadounidenses. El viejo colectivo 203 (que unía San Fernando con Luján); la referencia a la fábrica de Mercedes-Benz donde trabajaba Eichmann, en González Catán (NdeR: está ubicada en Virrey del Pino); la mención a las empanadas, el fernet y a Carlos Gardel; o los Granaderos a caballo recorriendo las calles de Barracas, donde también toma protagonismo el mítico bar El Progreso.
Más allá de que el acento porteño no suena bien logrado en muchas partes, la película consiguió representar bien a Buenos Aires en 1960, un año en el cual Argentina conmemoraba los 150 años de su primer gobierno patrio. Una fiesta a la que asistieron israelíes, que no fueron ni a ver el Obelisco ni a bailar tango, sino a escribir una página más de la historia universal.
Imagen destacada: Netflix
Martín Bugliavaz
2ºB T.N.