Desde hace casi sesenta años que las pruebas de resistencia finalizan con una tendencia: el ganador es de nacionalidad africana. Si bien no existe un fundamento científico que determine el porqué del éxito constante de ellos, factores tales como su lugar de origen (países cuya altura sobre el nivel del mar supera al promedio), su alimentación basada en granos ricos en carbohidratos y bajos en calorías, y sus largas caminatas desde edad temprana podrían dar a entender la razón por la cual les llevan a los atletas de los demás continentes una ventaja a la hora de competir en competencias de fondo.
A diferencia de las pruebas de velocidad, donde se sostiene que los africanos o los descendientes de ellos tienen un cuerpo más apto por su centro de gravedad ubicado más arriba que el de los atletas de otros continentes, en lo que confiere a las maratones u otras pruebas de fondo, esto no es de importancia a la hora de lograr mejores tiempos.
Lo que sí se debe tener en cuenta es que casi la mitad de la población que habita África Subsahariana (países que se encuentran al Sur del desierto del Sahara) se encuentra en condiciones de indigencia, por lo que grandes cantidades de jóvenes ven al atletismo como la solución para terminar con su pésima calidad de vida.
Hoy en día no hay mejores referentes deportivos para la juventud africana que aquellos que superaron la pobreza para convertirse en figuras mundiales del atletismo. La inspiración que transmiten es tan grande que se los homenajea en sus lugares de origen con estatuas e incluso estadios polideportivos, como le sucedió a Abebe Bikila, fondista de origen etíope que dio comienzo al dominio de los atletas africanos. Fue en la maratón olímpica en Roma 1960 donde Abebe pudo romper el récord del momento con la particularidad de que decidió correr esa prueba totalmente descalzo, al igual que su hermano Albalonga. Cuatro años más tarde logró superar su marca en los Juegos Olímpicos de Tokio, hecho por el cual se le decidió construir el estadio polideportivo más grande de Etiopía, además de haber sido reconocido por el emperador de su país como “Héroe Nacional de Etiopía”.
En décadas posteriores, sus compatriotas, Mamo Wolde y Haile Gebrselassie continuaron con su legado victorioso. Wolde tuvo su gran momento en los Juegos Olímpicos de México 1968: Primero ganó la medalla de plata en los 10.000 metros, por detrás del keniano Naftali Temu y más tarde obtuvo la medalla de oro de la maratón con un tiempo de 2 horas, 20 minutos y 26 segundos. Gebrselassie se destacó por sus constantes victorias en los 10.000 metros, prueba donde consiguió salir en primer lugar en la Copa del Mundo de Suecia de 1995 y en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.
Es el día de hoy que los africanos volvieron a establecer récords. Las últimas siete mejores marcas lo lograron en la maratón Berlín hombres nacidos en África: los oriundos de Kenia obtuvieron cinco récords, mientras que los etíopes lo hicieron en dos ocasiones. El mejor tiempo de la historia lo logró el campeón olímpico Eliud Kipchoge, con apenas dos horas, un minuto y 39 segundos (2hs, 01m, 39s) este año, también en la maratón de Berlín.
Por otro lado, en nuestro país, hace unos meses se disputó la carrera de 42,195km y también se estableció una nueva mejor marca: el también keniata, Saina Kipbemboi, cruzó la meta en dos horas, cinco minutos y veinte segundos (2h, 05m, 20s).
Teniendo en cuenta que el primer récord mundial fue de casi tres horas (2h, 55m, 18s) en 1908 gracias al estadounidense John Hayes, todo hace pensar que bajar las dos horas es inminente. Es que sólo falta un poco más de un minuto para que esto se logre. ¿Será un nacido en África quien lo consiga o habrá una revelación de otro continente que rompa con ese dominio y consiga el hito histórico tan anhelado?
Diego González – Juan Ignacio de la Vega –