Si bien el paro programado para el 25 de septiembre afecta principalmente a la Sociedad, el sentido y su fin son de índole político. El mensaje que realmente se busca dar no siempre afecta realmente a los destinatarios que se desea, sino que impacta en otro tipo de receptor.
Si bien la idea del manifestante es hacerse escuchar, el hecho de cortar una calle, suspender el transporte público, cerrar comercios, afecta al ciudadano que, de acuerdo o no, reduce sus posibilidades de trabajar ese día. Entonces, si esto históricamente se ha hecho y se conocen las consecuencias de lo que pasará, ¿cuál es el verdadero fin del paro?
¿Por qué no una cita política? Quizá, ¿Por qué no tiene la misma repercusión ni es de conocimiento público? ¿Por qué en privado se podrían solucionar los temas en cuestión? ¿Por qué realmente lo que se pide se consigue de la forma en que lo manifiestan? ¿O porque de esta manera, a pesar de afectar principalmente al ciudadano, es la única forma que, con gran amplitud, llegue a la consideración de quién “debería” entender el pedido?
Mientras los medios de comunicación advierten cómo será el programa del paro y sobre todas las imposibilidades para el martes 25, no se discute si el paro es “correcto” o no, o si hubo otra salida para evitar esto. Tampoco intentan generar una opinión o un comentario, entonces ¿Solo informan? ¿Solo ese papel juega?
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A su vez, el lema del gobierno de turno es “escuchar”, pero ¿realmente lo hace? ¿Realmente ofrece lo que el “otro” quiere? ¿Hay discusión? ¿Hay intercambio? Existiendo una fuerte oposición y división, el camino parece ser siempre el mismo. Y tener siempre el mismo final. ¿Cuántas veces se han resuelto conflictos luego de paros, marchas o movimientos masivos? ¿Hacia dónde queremos dirigir nuestra forma de conversación y compartir ideas diferentes?
La idea que se quiere instalar, las maneras en las que se quiere no estar de acuerdo y actuar, la manera en comunicarlo, contaminan una democracia que parece estar cada vez más lejos de su ideal. ¿Cómo se podrá mirar para adelante si todavía no podemos olvidar el atrás?
De todas formas, no parecería que la unificación de conceptos sea lo que se busca en este momento, entonces qué difícil será pensar en un futuro próximo, con una sociedad abierta, exigiendo la aprobación legal de cuestiones que exceden hoy en día nuestra capacidad intelectual, si todavía no se pueden cerrar grietas que parecen ser el hilo conductor de lo que vendrá y hoy mismo se exige.
Entonces, cabe generar la duda de saber si el fin del paro es el que realmente se dice o si hay algo más allá de la manifestación, que tenga la necesidad de involucrar gente que se mantenga al margen y que, por esta vía, no llegue a quien tiene que llegar, comprobado históricamente. ¿Será acaso que, para que la gente crea y piense de una manera, es más fácil hacer «lío» que dejar de hacer «lío»? Solo lo sabrán quienes marchan…