Pocas disciplinas tienen un embudo tan marcado como la del periodismo. Hay una demanda de trabajo que queda excluida ante una oferta laboral cada vez más acortada, dónde los medios son menos y más grandes; y hay una desproporcionada relación entre periodistas recibidos con los que se retiran por año.
Pero una vez que se llega a la elite mediática, se obtiene el respeto de oyentes que dan su tiempo, empresas que apuestan a un nombre y colegas que admiran y sueñan estar en ese lugar ¿Se puede uno dar el lujo de ausentarse frecuentemente al lugar trabajo?
Uno de los casos más llamativos, es el del reconocido periodista Alejandro Fantino en su programa Fantino910 por Radio La Red, en el cual él es la figura excluyente durante las dos horas que sale al aire con su atractivo segmento editorial que suele tener una duración de cuarenta minutos. Sin embargo, ha tenido que ser reemplazado por compañeros en seis de los últimos diez días manteniendo esa proporción durante meses, por diversos motivos.
Tener veinte exitosos años de carrera y ser catalogado como uno de los periodistas más influyentes en la opinión pública: ¿Te habilita a no comprometerte con un programa que lleva tu nombre? ¿Fallarle a una de las pocas emisoras Clase “A” del país? ¿A las empresas que sustentan tu espacio con publicidad? ¿A los oyentes que desde el trabajo, el auto o la casa sintonizan esperando tu opinión? ¿A esos periodistas que sueñan con estar un día en un lugar de tanto prestigio? ¿A sus colegas que durante la programación diaria que le dan nivel a la estación radial? Quizás habrá que reconsiderar el periodismo que se consume a diario y la labor que estos realizan con la confianza del público.
Matías Margni
2° «B» T. N.