Es difícil distinguir si las divisiones sociales radican de antaño o apenas son una manifestación contemporánea. Probablemente, aunque no tengamos certeza, existan desde que los hombres políticos comenzaron a relacionarse; lo cierto e indudable es que, por estas latitudes, las polarizaciones se agudizan día a día cual bola de nieve bajando la montaña. Hinchas de clubes de fútbol que llevan la pasión a extremos irracionales, y hasta delictivos; Peronistas y radicales, Kirchneristas y Macristas, feministas y machistas.
A la orden del día esta la discusión sobre la legalización del aborto, y volviendo a estas latitudes sureñas de nuestro continente, una vez más, llegamos tarde a la mesa. Lejos de considerarnos un país del primer mundo claro está, gran parte de los países europeos o de América del norte han resuelto este debate hace anos. Mientras tanto, en Argentina, las redes sociales, las universidades, los bares, las oficinas y las calles se inundan de conversaciones de todo tipo: cerradas o abiertas, tolerantes e intolerantes, pacificas y controvertidas. Estas, no solo incumben a mujeres, también a novios, esposos y por qué no a amantes.
Los ejes del debate abarcan al derecho a la vida materna, a la vida por nacer y a la salud pública. Respecto del primero, el abogado civilista Hernán La Froscia (43), padre de dos hijos considera: “Hay una primera cuestión a tener en cuenta, para nuestro derecho constitucional y las leyes que a este se subordinan, la persona es considerada como tal desde el momento que es concebida”. A partir de esta postura, los reconocidos ”pro vida”, defienden a ultranza la vida humana y atacan a quienes apoyan la legalización de esta práctica. “Ninguna persona tiene derecho a resolver sobre la vida o muerte de un tercero indefenso. Si así lo hiciera, estaría siendo un homicida” afirma la licenciada en turismo Marisol Fernández (32).
Abigail Moreno, madre de Luz (8), acusa al Estado: “El gobierno que autorice una actividad como ésta, estaría siendo cómplice de aquel que mate a un bebe”, expresa con furia mientras se aferra fuertemente a la mano de su hija. En cuanto al debate vinculado a la salud pública, son más los adeptos a la postura opuesta.
“Es sabido que en la actualidad estas prácticas se realizan de forma clandestina”, afirma Vanesa Ahualli (36), razón por la cual considera que la regularización normativa del derecho al aborto, no haría mas que brindar seguridad jurídica y sanitaria a aquellas mujeres que se inclinarían a la clandestinidad. Micaela Lazarte (22) es guardavidas y estudiante de medicina y reconoce: “Hay miles de chicas de bajos recursos que eligen abortar por haber sido acosadas, otras por estados de salud comprometidos y también muchas por haber cometido imprudencias”. Sea cual fuere el motivo,
el Estado no autoriza a estas a interrumpir el embarazo, ya sea en hospitales o en institutos privados. “Así, lo único que se logra es el desarrollo ilegal y clandestino de estas prácticas, lo que lleva a la muerte a muchas jóvenes por no contar los lugares con el equipamiento médico adecuado”, acusa Micaela.
Casi con una postura y un tono autoritario, aunque no por ello caprichosa e infundada, Constanza Carozzo (34) opina: “Acá, la única realidad indica que la tasa de abortos no se modificaría por la mera legalización de la actividad. En cambio, se reduciría considerablemente el número de muertes de madres que tengan acceso a esta intervención de manera controlada y segura sanitariamente”.
El debate está instalado y Dios quiera que nuestra idiosincrasia se aparte a un lado y no haga de esta disputa una lucha de unos frente a otros sino una discusión coherente y adulta entre todos. Una discusión que resulte “el mal menor” para quienes padezcan problemas de salud derivados
de embarazos no deseados o comprometidos.
¡Alto porcentaje!
En los últimos 3 años, 2 de cada 10 muertes de las denominadas maternas, se producen por abortos realizados en la clandestinidad. En países como Uruguay, este índice se redujo desde la instalación del aborto legal y gratuito.
Demian Bellusci