Las celebraciones de Xhaka y de Shaqiri en el triunfo ante los serbios traen aparejada una historia cargada de conflictos, guerras y desarraigos. La cultura y la redonda, más ligadas que nunca.
El partido que disputaron Serbia y Suiza el pasado viernes en Kaliningrado tuvo gran trascendencia en todos los medios internacionales. Pero no sólo por tratarse de un encuentro correspondiente al Mundial -que además fue entretenido y con resultado cambiante-, sino por algo extrafutbolístico: los festejos de Granit Xhaka y de Xherdan Shaqiri, los autores de los tantos que le dieron la victoria a Suiza por 2-1.
Ambos jugadores realizaron con sus manos una imitación del águila bicéfala, símbolo de la bandera de Albania. El gesto tiene como telón un conflicto diplomático que mantienen los serbios y Kosovo, un Estado que se independizó de Serbia en 2008 tras contar con el apoyo de la mayoría de los países que conforman la Unión Europea.
Kosovo es un territorio cuya etnia es mayoritariamente albanesa. Si bien siempre perteneció a Serbia, la conquista por parte del Imperio Otomano en el sigo XV hizo que llegara una gran cantidad de colonos albaneses que eran llamados arnautas. A pesar de que años más tarde surgiría Albania como nación tras independizarse de los otomanos, Kosovo siguió perteneciendo a Serbia pero siempre con conflictos étnicos.
Siglos más tarde y tras la unificación de varios Estados eslavos en la República Democrática Federal de Yugoslavia comandada por Josip Broz -más conocido como “Tito”-, Kosovo consiguió cierta autonomía al ser declarado provincia como reconocimiento al apoyo brindado para la liberación de la nueva nación de las manos de la Italia fascista tras la Segunda Guerra Mundial.
La bandera de Albania, con el águila bicéfala que representaron Xhaka y Shaqiri.
Fue así que la prosperidad llegó para los habitantes kosovares de ascendencia albanesa, y de esa forma comenzaron a crecer en número de tal manera que superaron holgadamente a los kosovares de origen serbio. De todas formas, eso no fue suficiente y el sentimiento nacionalista de los albanokosovares hizo que con el correr de los años quisieran independizarse definitivamente de Serbia, algo que terminaría concretándose en 2008 pero que aún hoy en día no es reconocido por el gobierno serbio.
En el medio de todos estos conflictos políticos, nacieron Shaqiri y Xhaka. El primero, hijo de albaneses, nació en Kosovo en 1991 pero a los dos años sus padres decidieron partir rumbo a la ciudad suiza de Augst con el fin de evitar la guerra que se empezaba a desatar tras el primer intento de independencia de Kosovo y con las demás guerras de la zona balcánica, ya que para ese entonces naciones como Croacia, Bosnia y Herzegovina, Eslovenia y Macedonia también desataron guerras para conseguir su liberación.
Xhaka, por su parte, directamente nació en Suiza en 1992 pero sus padres son albanokosovares. Ragip, su papá, estuvo tres años preso por manifestarse en contra del gobierno serbio comandado por Slobodan Milosević, quien buscaba volver a privilegiar a los serbokosovares y relegar a todos aquellos de ascendencia albanesa con el fin de que se exiliaran. Justamente ese fue el caso de los progenitores de Xhaka, que además tiene un hermano –Taulant– que también nació en Suiza pero representa a la Selección de Albania.
Los festejos de los jugadores suizos generaron el repudio de toda la prensa serbia, lo que llevó a la FIFA a iniciar una investigación acerca de la situación. La máxima autoridad del fútbol prohíbe terminantemente realizar celebraciones de índole política o religiosa, y es por eso que podrían avecinarse sanciones para ambos futbolistas de origen albanokosovar.
Hasta que se defina la situación, tanto Shaqiri -máxima figura de su seleccionado- como Xhaka podrán seguir jugando para el conjunto helvético, que buscará su clasificación a octavos de final el próximo miércoles cuando enfrente a la eliminada Costa Rica en Nizhni Nóvgorod. Tanto la hipotética sanción como el avance a la siguiente ronda del Mundial son una incógnita aún, pero lo que sí es cierto que una vez más quedó a la vista que el fútbol y la cultura no están separados. Por el contrario, van bien de la mano.
Imagen destacada: Laurent Gillieron (EFE)
Martín Bugliavaz (2ºB TN)