Fueron muchos años de guerra los que se vivieron en Colombia, fueron muchas las víctimas que dejó el conflicto armado, fueron muchas las personas que en condición de vulnerabilidad tuvieron que abandonar el país en busca de algún futuro. La cifra no es exacta, pero se cree que hay cerca de 350.000 colombianos con necesidad de protección internacional.
Tres cartas recibió Mauricio antes de verse obligado a salir de Colombia rumbo a Venezuela. Tres cartas amenazantes por parte del grupo paramilitar las “Águilas Negras”, que le cambiaron la vida para siempre. Un día de 2008 Mauricio salió de su casa temprano hacia una universidad en el departamento de Risaralda, en donde trabajaba dictando una cátedra sobre desplazamiento forzado. Esa noche la pasó cruzando la frontera hacia el vecino país en compañía de su esposa.
Para esa época se inició en el país un proceso de señalamientos a diversas universidades, organizaciones, y líderes sociales defensores de los derechos humanos. El profesor y sociólogo Alfredo Correa de Andreís fue una de las primeras víctimas de esa persecución. El 17 de septiembre de 2004, en Barranquilla, sicarios le dispararon dos tiros y le quitaron la vida, en una acción organizada por miembros del grupo paramilitar en cooperación con agentes del desaparecido Departamento de Administración de Seguridad, DAS. Lo asesinaron por tener supuestamente vínculos con el Frente 59 de las FARC. Ese proceso terminó en la condena a 25 años de cárcel del ex director de esa entidad, Jorge Noguera.
En 2013, nueve años después de los hechos, el director del DAS en supresión, Ricardo Giraldo Villegas pidió disculpas públicas en nombre del Estado, luego de que la Corte Suprema de Justicia ratificara la responsabilidad en el asesinato.
La decisión de salir de Colombia no fue fácil para Mauricio. Además de verse obligado a abandonar su país por no tener la seguridad necesaria y por no contar con el compromiso de la justicia nacional, no pudo seguir con su labor social. Pues las amenazas no le llegaban sólo a él, sino también a su círculo familiar más cercano a quienes los amenazaban de forma directa o los involucraban en falsos procesos judiciales.
Ya en tierras venezolanas, Mauricio y su pareja sintieron muchas inseguridades por su pasado profesional y ayuda a las víctimas del conflicto armado. El trabajador social nunca encontró una solución por parte de los funcionarios colombianos en tierras vecinas, pues no eran claros en responder sus peticiones, sumado eso a la poca confianza que le infundían las autoridades institucionales. No se sentía seguro.
Por esa razón, luego de un mes y medio de angustias, dificultades y temores, la pareja de esposos tomó la decisión de emprender un largo camino al sur del continente. La Argentina fue el destino elegido ya que aquí contaban con algunos familiares. Luego de atravesar Brasil por tierra y agua en un tiempo de una semana, llegaron a tierras gauchas y siete días después ya se instalaron en Buenos Aires, donde los inconvenientes no cesaron.
Muchos de los problemas que se encuentran las víctimas colombianas en el exterior tienen que ver con la poca preparación de los consulados respecto al tema. En su mayoría son funcionarios públicos que no cuentan con una experiencia frente a este tipo de problema y no están lo suficientemente preparados para dar solución a los casos, ya que no tienen relación funcional con la Unidad de Víctimas ni tampoco la sensibilidad para oír los relatos. No se cuenta con una estructura sólida que se encargue de los colombianos que se sienten invisibles en el exterior.
Existen tres categorías de personas que se ven obligados a abandonar su territorio. Un primer grupo los conforman los exiliados políticos o personas que sufrieron una vulnerabilización directa con amenazas y que buscan una exclusión política del país; en esos casos son personas que solicitan una protección internacional.
Por otra parte están los que salieron del país por el fracaso de las políticas de reparación del Estado, personas que no encontraron en Colombia la oportunidad de un futuro y les tocó migrar hacia otros países.
Otro conjunto de personas tuvieron que abandonar Colombia porque vivieron en territorio de violencia. Los flujos más importantes tuvieron a desplazarse al interior del país y otro más pequeño al exterior.
La experiencia que tuvo Mauricio como profesional le permitió construir estrategias de intervención y acompañamiento a las víctimas de desplazamiento forzado que se acercaban a él. Pero no siempre se pueden poner en práctica y el mismo lo empezó a vivir.
Mauricio conoció aquí al colectivo de migrantes y exiliados colombianos en nuestro país, la Organización MECOPA que trabaja en visibilizar el conflicto interno en el exterior, prestar servicio a las personas que tuvieron que abandonar el país y que promueve la inclusión social y política de los exiliados, para una reparación integral y con garantías para la no repetición.
Enrique Gamboa