Rusia, la organizadora de la Copa del Mundo de fútbol 2018, sufrió importantes cambios políticos y sociales a lo largo de su historia. A dos meses del inicio de la Copa del Mundo, un recorrido histórico por las encrucijadas de su sociedad que sobrevino en el levantamiento Bolchevique, nos posicionan en el lugar donde pronto el mundo concentrará su mirada
Rusia ardía. Las calles sangraban. Las disputas eran más importantes que la final de un mundial de fútbol. La monarquía absoluta del zar Nicolás II albergaba miseria y hambre. El país más grande del mundo sufría el hostigamiento de un imperialismo que arrastraba trecientos años de dinastía. El descontento popular pugnaba por un cambio de vida. Obreros, campesinos, intelectuales hicieron ruido y tomaron las calles con sus banderas. Las masas politizadas fueron la voz de la revolución que destronaron al zarismo.
Corría enero de 1905 y el contexto social-político del anfitrión de la próxima copa del mundo era de una autocracia absoluta. El reiterado reclamo de las masas en busca de “tierra y libertad”, desembocó en la toma del Palacio de Invierno y en una represión desmedida de parte de la guardia imperial contra los manifestantes. Aquel 22 de enero, Petrogrado – hoy San Petersburgo- manchó sus calles con sangre. La manifestación de 140.000 personas, en su mayoría obreros y campesinos, pasó a la historia como “Domingo Sangriento”.
En menos de dos meses el Mundial hará correr la pelota sobre el suelo donde hace cien años se desarrollo uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX. Las ciudades forman parte de la memoria rusa. Las sedes hablan porque algo pasó en ellas antes de ser anfitrionas de una Copa del Mundo.
Anterior a la caída del último zar, surgió la Primera Guerra Mundial en 1914, lo que generó en el ex país soviético una debacle. Por un lado, la profunda crisis social y la voces de los partidos revolucionarios, entre ellos el de Lenin, que en base a su discurso logró politizar a un pueblo analfabeto. Por el otro, el contexto internacional, la guerra y la invasión de las tropas alemanas. El olor a revolución se podía sentir y era inconfundible.
Moscú será el escenario donde Argentina hará su debut mundialista ante Islandia. La capital roja. Consumada la revolución de 1917 pasó a ser la cuidad donde, hasta hoy, todos los acontecimientos de gran magnitud se tratan en el Kremlin. La capital moscovita fue un punto estratégico de los Soviets para llevar a cabo el golpe. Entre huelgas y motines, los bolcheviques impulsaron campañas para atentar contra Nicolás II y su familia. Lo consiguieron en 1918.
Con el regreso de Lenin tras el exilio en Siberia, la historia rusa se partió en dos. Junto a Trotsky fueron los impulsores de cambiar el rumbo. Con ellos llegó la revolución de febrero. Los Bolcheviques derrocaron con los puños llenos de sangre al zarismo. Le pusieron fin a los trecientos años de la dinastía Romanov.
La primera guerra mundial concluyó en 1918, posterior a la revolución. Para entonces, en Rusia, Alexander Kerensky – revolucionario bolchevique – jugó su propio partido. Tomó el poder a la fuerza, encarceló a Trotsky y mandó a Lenin a exiliarse a Finlandia. El Gobierno provisional se hacía de su propio golpe.
El liderato de Kerensky no duró mucho, pero en ese tiempo le bastó para gobernar a gusto y placer. Entre junio y octubre mandó a ejecutar a opositores y tomó la decisión de continuar en guerra con Alemania. Postura que provocó en los Bolcheviques a realizar campañas para detenerlo. Entre los meses mencionados surgió la guardia roja – liderada por Trotsky-, que luego sería el ejército rojo. Había llegado octubre y el partido Bolchevique irrumpió el poder del Gobierno provisional. El triunfo de la clase obrera ya no era una utopía. Los puños en alto habían triunfado. La revolución, izó bandera. Miles de espectadores llegarán a ese país 100 años después, desde distintos lugares del planeta
Estan convocados por la pasión del fútbol al lugar en el que durante el siglo XX se escribió una de las páginas importantes de la historia de la humanidad.