Una sirena reconocible a cientos de metros que llama la atención de todo un barrio anuncia la llegada de los bomberos y que el peligro está cerca. Fuego, calor, estructuras que se caen, personas pidiendo auxilio, monóxido de carbono en el aire. Frente a ese panorama este individuo decide entrar sin titubeos; vestido de negro con líneas amarillas y casco que le da esperanza a un sitio que parece casi destruido.
Ante este panorama suele trabajar Pablo (40), bombero de la Policía Federal desde hace 15 años y que ejerce su profesión en la seccional 52 de Villa Lugano. Pirámide Invertida tuvo la posibilidad de dialogar con él. «Estoy acostumbrado a quizá levantarme un día y tener que bajar corriendo porque suena la sirena que nos indica que tenemos que cambiarnos en un tiempo máximo de dos minutos. Lo entrenamos en la semana los días que no hay siniestros pero cuando llega el momento todo se vuelve mucho mas rápido y el corazón se acelera más», sentenció.
La zona en la que se encuentra el cuartel de bomberos está rodeada de una gran cantidad de edificios; por lo general la mayoría de los incendios provienen de ellos. Cada uno consta de 14 pisos y Pablo cuenta cómo proceden en cada caso: «Cuando llegamos al edificio lo primero que hacemos es desmontar todo nuestro equipamiento y le pedimos al portero que apague instantáneamente los ascensores y que evacuen cada uno de los departamentos que se encuentran por debajo del piso afectado lo más rápido posible», afirmó.
La adrenalina que se vive en el momento de actuar es casi inimaginable para alguien que lo primero que hace al ver el fuego es correr, en este caso ellos son los que se introducen. «En el momento de entrar directamente al fuego me pongo a pensar en mi familia y un montón de recuerdos porque la verdad es que no sabés si vas a salir vivo. Es una entrada con una salida incógnita pero sabemos que lo hacemos por el bien de la comunidad y cuando salvamos alguna vida, sea una persona o una mascota, nos sentimos plenos por dentro porque dejamos por un tiempo más a alguien en este mundo con su familia», relató.
El equipamiento parece sencillo por fuera, pero Pablo dice todo lo contrario: «Nuestro equipamiento es muy pesado. En total llevamos unos 30kg entre la ropa, los tanques de oxígeno y las herramientas que podemos llegar a necesitar. Por eso quizás el trabajo en edificios es más dificultoso y más peligroso porque podemos a llegar a tardar un poco más de tiempo y eso puede entorpecer el rescate. En los edificios de Lugano se hace aun más difícil porque no podemos entrar por las ventanas debido a que su fachada no da directamente a la calle», confirmó.
Matías Foti