Son las 9 de la mañana de un lunes feriado, muy pocas personas en la calle, la mayoría salió a comprar facturas para el desayuno. El barrio de Floresta, sus calles tranquilas y de casas bajas se ve conmovido por un grito desesperado de una señora: «¡Ayuda! ¡El pájaro se quiere comer a mi perrito!». Todos los vecinos corren, algunos se asoman por la ventana, nadie cree lo que escucha, pero cuando encuentran la escena de donde salió el grito lo entienden todo… Una señora paseaba a su chihuahua negro, hasta que de la nada bajó un aguilucho, más grande en tamaño que el can, y comenzó a atacarlo, sin tocarlo, con sus alas abiertas y tratando de llegar con su pico al negrito. La señora tira patadas torpes al aire para espantarlo, los vecinos la ayudan y el perro ladra y salta para defenderse, pero el pájaro está empecinado con él. Hasta que un señor lo nota: la mini mascota está parada en un cantero donde hay una paloma muerta y el ave la quiere. «Señora, saque al perro de ahí, el bicho quiere a la paloma», le avisa el hombre calmado. La señora levanta a su animal y se aparta espantada por la situación. El aguilucho tiene por fin su presa en su boca y se posa, luego de un bajo y corto vuelo, en el medio de la calle para devorarla.
Si, por muy difícil que parezca, esta es una historia real, que no es, para sorpresa de muchos, algo tan extraño en las calles de Buenos Aires.
El cambio climático y la abundancia de árboles logró que, en los últimos años, la fauna avícola se viera cambiada. Más cotorras y si, aguiluchos y halcones comunes se instalaron en Buenos Aires ayudados por los cambios. Este ejemplar particularmente hace unas semanas que espanta al barrio de Floresta. Marisa, una vecina, relata: «Hace unos días atrás trató de atacar a un gatito que estaba en el techo de la señora de la otra cuadra. ¡Casi se lo come!», la preocupación se nota en su voz. Miguel, el carnicero, tiene su propia historia: «El jueves, estaba bajando la carne a la madrugada, del camión del frigorífico, le tuvimos que tirar un pedazo de carne para que nos dejara en paz, porque se paró a unos metros y nos vigilaba, seguro que quería ir por la media res.»
«Llamamos al 147 y les avisamos que está, pero no pueden hacer mucho porque cuando llegan el bicho ya se fue», dice Carlos, el señor calmado que le aviso de la paloma a la señora. «El problema es que los chicos lo ven y se asustan. Muchas veces lo vemos arriba de los edificios altos que están construyendo en la avenida. Como que anida ahí.»
Al hablar con el CGP 10, encargado de la zona, dicen que han recibido varias alertas de avistaje del ave, que al parecer es un halcón común, así se llama la especie, joven, que está perdido y busca comida, pero mucho no pueden hacer.
Entre tanto, los vecinos siguen alerta esperando a que el ave haga de nuevo una aparición sorpresiva, con la esperanza de que ningún animal o persona salga lastimado.
Melina Córdoba