El Expreso Alegría es una histórica atracción que volvió a ver la luz a mediados de febrero de 2016. Su creación estuvo en manos de Clemente Onelli, por entonces director del Zoológico municipal, e incluyó pasajeros de lujo como la Infanta Isabel. Por una resolución administrativa fue trasladado a su ubicación actual para que en 1998, tras décadas de abandono, cerrara sus puertas. Luego de frustrados intentos por cuestiones edilicias y burocráticas, retornó el sábado 6 de febrero.
Alfredo Giménez, de 55 años, pertenece a la Comuna 9 que comprende al barrio, y es uno de los encargados del mantenimiento y restitución del Expreso. Con respecto a la reinauguración de la atracción, dijo: “Trabajamos demasiado para restaurar el tren. Muchos años de abandono obligaron a cambiar el sistema de vías con una importante inversión por parte del Gobierno de la Ciudad”.
Para disfrutar el recorrido de 1600 metros por el Jardín de la Meditación, la Casona de la familia Oliveira -único casco de estancia que conserva la ciudad de Buenos Aires-, el vivero o la calesita, su entrada no tiene valor. Es un acto simbólico en el cual la gente que desee subir debe aportar un alimento no perecedero o útiles escolares en vísperas de inicio de clases. “Los alimentos o elemento escolares que se colectan están destinados a distintos comedores de la zona y fundaciones. Si todos cuidamos el tren, no hay necesidad de aportar económicamente. Estos gestos le dan sentido al nombre ‘Expreso Alegría’, afirma, mientras reconoce y saluda a los distintos vecinos que se acercan al parque.
La Fundación del Padre Mario, el Comedor de Margarita Barrientos y las distintas cooperadoras de los colegios de la zona son beneficiados con las donaciones que realizan los 800 viajeros por día que tiene la formación.
El Expreso cuenta con otro colaborador que hasta hace un tiempo atrás parecía inesperado. La empresa AUSA (Autopistas Urbanas Sociedad Anónima) asumió el padrinazgo, junto con la Ciudad de Buenos Aires, para llevar a cabo tareas de mantenimiento y puesta en valor de la estructura. Alfredo, orgulloso por este acontecimiento, esgrime: “Lograr que una empresa privada como AUSA se interesara en el tema fue un regalo del cielo y un desahogo que permitió avanzar con el objetivo solidario”. Una decisión que coincide con el desarrollo histórico del parque.
El espíritu solidario trasciende los años desde que Domingo Oliveira, dueño de la Casona, ofreció la estancia para hospital y tienda de campaña, experimentación ganadera hasta que, finalmente, en 1912 la vendió al municipio con la condición de que se convirtiera en el espacio público que pueden disfrutar los vecinos del barrio.
“El esfuerzo que hicieron los vecinos y autoridades para devolverle al barrio un pedazo de su mística perdida décadas anteriores, fue muy grande. Espero que todos estemos a la altura de la historia y cuidemos nuestro patrimonio histórico y cultural. De alguna forma, es un homenaje a nuestros antepasados y futuros hijos y nietos que podrán disfrutar de este bello entretenimiento”, finaliza Alfredo.
Quienes deseen disfrutar de la atracción deberán acercarse a la Estación Clemente Onelli, todos los sábados de 11 a 13 y de 14 a 17. Los viajes duran 15 minutos y son para 50 personas. La actividad se suspende por lluvia.
Patricio Barrese y Melina Córdoba