En pleno siglo XXI, el todavía sexo más débil en este sistema necesita una concentración en grandes dimensiones para enviar un mensaje a los sectores de oídos sordos. Miles de mujeres se reunieron en Chaco para continuar la tradición del Encuentro Nacional de Mujeres, el mismo que ha recorrido casi la totalidad de las provincias argentinas desde 1986, después que un grupo de mujeres regresara de los festejos por la década de la mujer en África y decidieron poner manos a la obra por la iniciativa. Los días 14, 15 y 16 de octubre dieron cuenta del trigésimo segundo año consecutivo de esta unión; allí, además de la relación entre pares, se realizaron importantes talleres de los cuales siempre abundan y que buscan elevar la conciencia de sus participantes. A pesar de ejecutar una organizada movilización poco frecuente, la misma no ha llamado la atención de los grandes medios. Las cadenas más importantes corrieron la vista y hasta distorsionaron el fin. Los incidentes fueron la noticia.
Carla, debido a que cursa su tercer año en la carrera de Comunicación Social, reside en Paraná pero es oriunda de Gualeguaychú. Puntos alejados de Resistencia, sede designada por segunda vez en la historia del encuentro. Seiscientos kilómetros que no utilizó como excusa para estar ausente de la lucha, como otras 70 mil almas más. Ella, que dedica sus estudios a intentar entrar en el mundo de los medios masivos de comunicación, se encontró con que los tres días de cumbre femenina no estuvieron en agenda. “Los medios forman pensamientos. Vi una clara intención de hacer invisible la lucha de la mujer, como siempre. Hay personas que no saben que este encuentro existe. No es un evento cualquiera: somos mujeres unidas debatiendo nuestros sufrimientos cotidianos”, reflexiona la joven de 20 años, entre matices de indignación y la necesidad de que el objetivo sea esclarecido para los ajenos a la causa, a la hora de recordar que lo únicos acreditados fueron medios de la prensa local. “Esto también demuestra la centralización de nuestro país. No sólo era un grupo de mujeres, al cuál no se las escucha, sino que también estábamos en Chaco; una provincia a la que se la tiene abandonada”, remató la estudiante entrerriana, siguiendo el hilo conductor del desencanto.
A pesar de que el evento posee un historial de más de treinta años de vigencia, la realidad presenta que el mismo posee un escaso reconocimiento en el seno de la sociedad de nuestro país. Muchos que recorran el contenido de esta nota, o asimismo tengan la mínima posibilidad de cruzarse con el título, podrán dar cuenta de esa premisa en sus cabezas. Lo curioso ha sido el carácter estigmatizante que se le ha otorgado a estas grandes expresiones de incorfomidad: el de caos y disturbio. Dos palabras que se encuentran en un polo contrario al del verdadero objetivo y bases de la causa.
“La cuestión central es que nos matan cada 18 horas. ¿Cómo puede ser que se siga sin darle importancia? Lo poco que mostraron los medios fue la primicia de los incidentes, mezclado con mentira. Lo suficiente para sólo tener lo que sirve: sólo visitas”, cuestiona en este punto ahora Carla y recuerda su anterior declaración, cuando afirma que los medios forman opinión. Cuando se habla del objetivo madre, del cual no se ha hablado en las cadenas de comunicación, es la de poner en comunión temas de interés entre las participantes y que involucran a todas, y a toda la sociedad. En esta ocasión los talleres fueron 71, en donde se fomenta la comprensión de distintas posturas en temas específicos que forman parte de la opinión pública. Estos últimos pasan de ser un simple rincón pensado por organizadores y pasa a jugar el papel de una compañía llevada a cabo en un ambiente de solidaridad y compañerismo, bajo un gran eslogan: “Lo personal es político”, comenta el miembro activo del feminismo y remarca que nada que le pase a una mujer debería ser individual, sino una cuestión que pone en juego los hábitos de la sociedad, que está marcada por el sistema patriarcal.
Las noticias que contextualizaron los días de reunión estuvieron marcadas por comportamientos tales como el incendio de un colectivo, el mismo que el gobierno chaqueño confesó que tenía ese estado desde tiempo anterior, pintadas en lugares históricos y otros no tanto de la capital. Noticias fidedignas que, además de viralizarse rápidamente en las redes sociales, van dirigidas al castigo mediático de un sector de comportamiento poco racional del movimiento, pero que para nada engloba el accionar de la totalidad de las convocadas. Noticias que crean un rótulo equívoco, malintencionado o no. Noticias que, a pesar de que los productores de las mismas no se hayan encontrado en el lugar de los hechos para prestar atención de los fines de una marcha que ocupó 35 cuadras de las calles norteñas, generan desencuentros hasta en las mujeres, las mismas que se unieron para realizar un pedido justo y al cual tienen su derecho: algunas pujan para el lado manifestante, mientras otras, con una posición ajena debido a no sentirse reconocidas con el movimiento, repudian los actos “vandálicos”.
Para las personas poco cercanas a la causa, en especial a sus pares que se declaran por fuera de la problemática y, en consecuencia, indiferentes a la lucha, Carla deja un último mensaje: “Cuando se habla de estos encuentros piensan que sólo somos chicas con el torso desnudo, que pintan paredes y que odian al sexo opuesto. Deberían ampliar sus puntos de vistas y conocer la lucha: por qué nos manifestamos y por qué nuestra lucha contra la cultura patriarcal. Queremos romper con lo impuesto desde nuestro nacimiento. Queremos imaginar un mundo en el que realmente somos libres y que se nos respete. Poner en crisis esta forma en la que vivimos”.
Enzo Berón