El show acaba de terminar. Se prenden las luces de Niceto club, en el barrio de Palermo, donde la protagonista de esta nota se luce función a función impactando al público, como la madre de Yamyla. En este caso no hubo excepción.
La obra es Versicolor, la tercera parte del drama, sucesora de la primera llamada Pulsión Tóxicca y del segundo capítulo titulado Re Pulsiones. La trilogía trata la historia de Yamyla (interpretada por Pamela Wajner), una joven de bajos recursos con un pasado tormentoso, por el que atraviesa a partir de numerosos flashbacks. Para la joven, reconstruir su pasado es desmoronar su presente. Por medio de continuas descargas de recuerdos, revive su historia marcada por el abuso de su padre, la tristeza, la alegría, el amor y la soledad.
En esta pieza, según lo expresa la página web del proyecto de Cirigliano, se expone una “actuación impactante y visceral acompañada de música en vivo y material audiovisual que complementan la narración”. La obra se basa en la Teoría del Caos de Carl Jung y la postura psicoanalítica de Sigmund Freud, con su teoría de la sexualidad, lo que denota una clara perspectiva psicológica: “la obra está orientada a eso. La propuesta Versicolor son escenas que van y vienen de la vida de Yamyla, relaciones con sus pares, con su padre, con su madre, con su novio, su momento de estar encerrada en un neuropsiquiátrico”, explica Paz.
El espectáculo cuenta con numerosas particularidades, una de ellas es que no hay escenario. Sin indicaciones se le ofrece al espectador la posibilidad de desplazarse con absoluta libertad e incluso interactuar con los actores, lo que rompe lo que se llama la “cuarta pared”. Otra, es que se le da al público el poder de decidir qué final tomar, uno agradable o uno predestinado, que culmina con la muerte de Yamyla: “la gente incide, los hacemos interactuar con las escenas, está entre los actores y todo sucede ahí, no hay matices. Si hay odio, amor o pasión, se nota. Es un contacto directo”, manifiesta.
Escenas fuertes e intensas sobran en cada función, desde violencia de género hasta reproducciones obscenas y desnudos completos por parte de algunos intérpretes, por eso la obra está claramente orientada a un público adulto, y aquellos que no estén preparados para contemplar este tipo de expresión artística, pueden llegar a sentirse incómodos. Este hecho, lejos de generarle un dolor de cabeza al equipo, les genera satisfacción: “nos ha pasado que haya gente que sale enojada, gente que se larga a llorar, que se siente incómoda. Lo que siempre buscamos es provocar algo”, sentencia la actriz, explicitando que su objetivo, más allá de que guste o no, es generar sensaciones.
Con respecto a su personaje, Laura sabe que es uno de los más intensos y se destaca por cómo lo lleva en la práctica: “el trabajo es muy intro (sic), hay que ponerse en el lugar del personaje, cómo piensa, siente, es decir , imaginar una persona en un todo”, explica.
Lejos de sentir el desgaste por la seguidilla de funciones, afirma que “la sensación de llevar a cabo una nueva función es de placer, al demandar mucha energía nunca se pierde la adrenalina”. Además, admite que: “el público es un plus especial que hace que cada uno de los actores dé el máximo de sus capacidades, son un condicionante, tienen un poder enorme”.
En relación a la historia, explicó que si bien está dividida en tres partes “no es necesario verlas de manera correlativa, dado que el director se encargó de complementarlas de tal modo que no influya el orden que uno las ve, por más que todas están centradas alrededor de un mismo personaje.” Por ejemplo, en la primera versión, denominada, Pulsión Tóxicca, Florencia Gerez, quien personifica a Yamyla, debe recomponer su presente cuando intenta resolver los hechos del pasado, como los recuerdos de abusos sufridos, mezclados con tristeza, alegría, amor y soledad, cuando los momentos felices se diluyen y el recuerdo la invade e intoxica, destruyendo todo su ser. El resto del elenco representa una porción de la mente del personaje principal. Tomy (Laura Paz) representa el «Ello», María el «Súper Yo» y Mariana el «Yo». Ya en la segunda temporada, Re Pulsiones, todo transcurre en el presente, donde se relatan historias de sexo, amor, locura y muerte.
Como detalle diferente a las anteriores, esta temporada (Versicolor) cuenta con un escenario que al ser giratorio brinda una perspectiva en 360º, que apunta a una mayor expresividad corporal de los actores. Esta nueva historia de la ya querida Yamyla, con Micaela Lapegue personificándola, se desarrolla en un manicomio, destino que resulta la consecuencia de cometer un crimen, que se narra en la primera parte de esta trilogía. Laura habla de la obra tan intensamente como cuando personifica a la sumisa mujer que representa. Le brillan los ojos cuando tiene que hacerlo y no duda en elogiar al espectáculo: “Las Pulsiones de Yamyla tiene todo de especial, y te das cuenta al vernos y al notar cómo nos relacionamos con la gente en el medio de la actuación. Lo que más rescato es la capacidad de transmitir diferentes sensaciones a la persona que viene a vernos, creo que es algo único”, dice orgullosa.
La narrada fue la última función en varias semanas por lo que el elenco estaría regresando a las tablas recién poco antes de fin de año, pero con la novedad que para entonces, lo estarán haciendo nada más y nada menos que en el teatro Maipo, con el fin de seguir movilizando los sentimientos y sentidos de los espectadores. Las fechas establecidas son el 9, 10, 15,16 y 17 de Diciembre.
Sin dudas “Las Pulsiones de Yamyla” es uno de los grupos de teatro alternativo más llamativos en la actualidad y cada una de sus funciones es cruda e impactante, y, definitivamente, no es para cualquiera. Este drama alcanza el objetivo que se propone, transmitir sensaciones: congoja, pena, incomodidad, empatía, entre tantas otras. Por lo tanto, aquellos amantes del teatro no pueden perderse esta obra, porque si algo se puede afirmar de ella, es que te va a dejar perplejo y asombrado.
Por Xavier Pla Cárdenas, Federico Latorre e Ignacio Barba