La sociedad argentina tiene un sentido vínculo con el ferrocarril y las vías, tal vez porque desde que el país estaba forjando su estructura y destino, el tren estuvo ahí para acompañar los proyectos tanto económicos como sociales haciendo un trabajo de hormiga y ayudando a la clase trabajadora a movilizarse con un costo realmente barato en comparación con otros sistemas de transportes públicos.
Estos tres últimos años parecen mostrar un renacimiento de las locomotoras y los vagones; un intenso esfuerzo de las autoridades puso en marcha un plan para volver a darle valor al vehículo, mejorar la infraestructura a lo largo del territorio nacional/metropolitano; y así tapar baches económicos y de movilidad social.
Por el lado financiero y de producción, es un aporte enormemente considerado. Gobiernos anteriores habían sustituido el ferrocarril por el camión, que poco a poco fue convirtiéndose en el móvil más importante de la Argentina, llegando a obtener un poder difícil de manejar para el poder nacional por las exigencias de su gremio y los costos laborales que presentan. Es por eso que se intenta encontrar transportes alternativos que alivien la economía y no centralizar todo en los camioneros.
Nuevos vagones de producción nacional se pusieron en marcha para distribuir materia prima por todo el territorio argentino. Por ejemplo, hace poco tiempo, la novedad estuvo en la provincia de Corrientes cuando una formación de cargas de la línea Gral Urquiza llegó a la ciudad de Curuzú Cuatiá para recoger piedras y trasladarlas a otras provincias. Sin dudas que para los locales fue un acto de alegría porque saben que es una conexión más hacia mejores mercados y una apertura de puertas hacia un empleo digno.
Si uno se guía hacia el lado del plano metropolitano y social de Buenos Aires, la ciudad central del país cuyas exigencias de movilidad para los individuos son realmente grandes, logramos ver una optimización y preocupación en el sistema ferroviario que de a poco va dando sus frutos y ofreciéndole más comodidades al pasajero. Estamos en 2017, en una era plenamente tecnológica, pero hay varias ciudades de la capital Argentina en donde aún no ha llegado el tren eléctrico, es de no creer. Motivado por esta anécdota, Guillermo Dietrich, ministro de transporte, tomó como prioridad mejorar la estructura del sistema ferroviario.
La Plata y Florencio Varela son dos de los distritos más beneficiados por las nuevas redes del tren. El primero fue Varela, donde hace pocas semanas el tren eléctrico estrenaba las catenarias de la estación sureña y los vecinos, colmados de alegría, festejaban ese logro que mejoraría las condiciones de vida de la comunidad varelense. «Es increíble, lo estuvimos esperando más de 8 años y ahora lo podemos disfrutar. No se puede creer, antes tardaba casi dos horas desde Constitución hasta acá, ahora sólo tengo 40 minutos», decía Eduardo, vecino conmovido por la obra. Por otro lado, La Plata vivió también su momento de felicidad porque luego de mucho tiempo, la locomotora arribó a la cabecera. «No podía ser que sea uno de los distritos históricos más importantes de la provincia y el tren no llegara. Hay que valorar esto», expresó Gladys, una pasajera platense.
Y eso no es todo: muchas obras de infraestructura se están llevando a cabo tanto en la Ciudad como en el Gran Buenos Aires, viaductos, durmientes, detalles que hacen un mejor viajar para el trabajador que tiene que pasar tiempo de su vida en un tren para aportar al país y llevar condiciones de vida dignas a su hogar.
De más está decir que el repunte es incipiente y necesita profundizarse mucho más. Pero, luego de tanto esperar, parece que un gigante de fierro se despertó y está poniendo al tren nuevamente de pie.
Elías Cardozo Bernal e Ignacio Jara