Cuando uno se imagina como es la vida de un boxeador y más de un deportista que lleva todas sus peleas ganadas, imagina una rutina dura de entrenamientos diarios , dedicándose únicamente a mejorar sus golpes y resistencia. Pero la vida de Sebastián Papeschi no es así. El nacido en Luján está lejos de tener esa rutina deseada. Con mucho futuro por delante todos los días se levanta y cumple con su horario laboral de técnico mecánico en la agencia Ford de su ciudad natal. En la entrevista con Pirámide Invertida habla de cómo acopla su entrenamiento a su vida laboral y de las adversidades que pasó hasta llegar a donde está.
¿Cómo fueron tus inicios en el boxeo?
Desde muy chico. Tenía once años y mis padres no querían que asistiera a las clases de boxeo porque sabían que era un deporte muy duro y peligroso. Lo conocían bien, ya que mi papá fue boxeador y sabía por lo que tenía que pasar con eso de que si uno no se dedica de lleno sube a un ring a sufrir. Pero me las ingeniaba para asistir y entrenar. Hasta que se dieron cuenta de que esto es lo que realmente me gusta y apasiona y me dieron todo el apoyo.
¿Qué adversidades tuviste que sufrir para llegar a este lugar?
Las adversidades fueron muchas. Por ejemplo, tuve que pasar por casi cien peleas de amateur para poder hacerme profesional, algo que no suele suceder. Tuve muchos parates entre peleas porque no tenía un lugar fijo en donde entrenar, hasta que conocí a Ricky Monte, mi entrenador, quien me ayudó a progresar y a poder ser quien soy ahora.
¿Esperabas defender el título de campeón Latino WBC con un nocaut técnico en segunda ronda?
Sabíamos que teníamos que defender a como dé lugar y que a nadie se lo íbamos a hacer fácil. Cada vez que subo al ring lo hago pensando en que voy a dejar todo ahí arriba. Desde el primer round me di cuenta que Torres (su rival) no iba a llegar a los 10 asaltos. Porque salió muy fuerte desde el principio. Sabía que por más estado físico que tuviese es importante saber acelerar a su tiempo. En el boxeo ponemos el cuerpo, pero es muy importante usar la cabeza. Para mí el primero fue un round de estudio, midiendo su distancia y sus tiempos. Con eso ya pude tomar los recaudos necesarios y en el siguiente salí a apretar para ir al palo por palo; sabía que estaba fuerte y me sentía muy firme para ir a buscar la pelea.
¿A quién tenés como ídolo?
Mi ídolo al que admiré siempre fue Roy Jones, Jr., un tremendo boxeador con un hermoso estilo y terrible pegada.
¿Cómo es tu entrenamiento habitual?
Mi plan de entrenamiento es muy duro porque no le puedo dedicar todo el tiempo que me gustaría darle al boxeo. Mi trabajo me demanda muchas horas, pero me la ingenio para cumplir todos los días con todos los turnos. Salir a correr, ir a preparación física con mi entrenador (Ezequiel Raciatti), estar con los sparring y asistir a La Roca Boxing Club, que son de tres a cuatros turnos por día.
¿Por qué pensás que los boxeadores argentinos no logran encontrar regularidad?
Y… la mano viene complicada. En la Argentina por el tema gestión las bolsas son muy bajas incluso sabiendo el sacrificio que se hace para poder subirse a un ring. Un boxeador hoy en día no puede vivir del boxeo y tiene que salir a trabajar. Esos son factores importantísimos. A la hora de entrenar, uno que se enfoca todo el día en este deporte seguramente esté más preparado que otro que tiene que salir a buscar su mango.
¿Quién considerás que es el mejor boxeador argentino de la historia?
A mi entender hay muchos. El Roña Castro, La Hiena Barrios, Carlos Monzón Nicolino Locche, Oscar Bonavena. Es difícil elegir a uno. Con respecto a los estilos, el que más me gustó fue el de Sergio «Maravlla» Martínez..
Por Ignacio Rodríguez