Los alimentos que desarrollan bacterias llaman la atención de los chefs contemporáneos. Se pueden usar de copetín o para acompañar algún postre y como virtud principal algunos expertos aseguran que pueden tener más beneficios que un medicamento.
Los fermentados forman parte de la cultura asiática, búlgara, alemana, griega o española, desde hace mucho tiempo. Según investigadores de la Organización Mundial de la Salud, “son microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del hospedador”. Entre las comidas que poseen diminutos seres vivos se podría nombrar al pepino picado, al yogur o a las comidas típicas de ciertas zonas, como el chucrut, el miso y el kéfir.
Si un producto contiene bacterias no significa que éstas van a llegar vivas a nuestro organismo. Muchas veces, cuando un queso posee moho, a éste se lo desecha. “Algunos tipos de bacterias de los yogures sobreviven en cantidades altas y se incorporan a nuestro organismo, pero otras como las principales del queso no aguantan la acidez del estómago y no llegan con vida”, aclara la investigadora de las Ciencias de la Alimentación, Teresa Requena.
Propiciar un ambiente beneficioso para el desarrollo de las bacterias puede ser más favorable que algunos tratamientos farmacológicos. La investigadora aclara que no todas las cepas sirven, sino que dependen de las cantidades apropiadas en las que se encuentran.
Franco Niccolini, Lucas Soto y Lautaro Escobedo