Oscar Natalio Bonavena (apodado Ringo por su parecido, en el corte de cabello, al baterista de The Beatles) nació en 1942 en el Parque de los Patricios. De ahí surgió su amor por el Club Atlético Huracán, en el cual debutó como boxeador y donde, a sus 17 años, se consagró campeón del amateurismo. En los siguientes dos años consiguió dos coronas en los torneos sudamericanos. Pero en 1963, en una pelea frente Le Carr, fue suspendido por la FAB al morder a su contrincante. A partir de esto, Ringo viajó a Estados Unidos, donde inició su camino en el profesionalismo. Un corto camino.
Tuvo un récord de 58 triunfos, 44 por knock out, nueve derrotas y un empate. Como muchos otros boxeadores de su nivel, tiene una gran pelea que lo identifica y por la que todos sus seguidores lo recuerdan por su bravura frente a un adversario que lo supera, pero que ante esa adversidad aparece la fortaleza de un púgil grandioso que lucha sin cesar.
Corría el año 1970 en Estados Unidos: hacía casi 24 meses que Richard Nixon estaba a la cabeza; la masacre en la Universidad Estatal de Kent había dejado cuatro muertos por parte de la Guardia Nacional y el Movimiento de Liberación de Mujeres daba grandes pasos en la lucha feminista. En la madrugada del 7 de diciembre, en el mítico Madison Square Garden, Bonavena se enfrentaba ante el mejor peso pesado de todos los tiempos, Muhammad Alí.
Fue un combate memorable, con un pico de rating que rozó los 80 puntos en Canal 7. Alí había dicho que noquearía a Bonavena en el noveno round; pero esto no ocurrió. Por el contrario, el estadounidense estuvo más de una vez contra las cuerdas. El argentino también había dicho lo suyo. En la conferencia de prensa realizada en el mes de junio, Ringo llamó «gallina» a su contrincante, y éste (probablemente el deportista con la lengua más filosa de la historia) no supo qué decir. Llegado el noveno round, Alí fue al piso, pero el árbitro no lo contó. En el último asalto, sabiendo que perdía en las tarjetas, Bonavena fue por todo. Y se quedó sin nada: en 25 segundos, Alí lo tiró tres veces y le ganó por knock out técnico en el round número 15. Fue una pelea que quedó en la historia del boexeo mundial, en la que Ringo mostró su guapeza.
También peleó (y ganó) frente al campeón canadiense George Chuvalo (conocido por ser uno de los boxeadores con más «tiempo» en actividad); y fracasó ante los norteamericanos Jimmy Ellis (ganador del titulo de la Asociación Mundial de Boxeo en 1968) y Joe Frazier (quien acabó con la imbatibilidad de Alí). En 1976, Ringo comenzó a barajar la posibilidad de la revancha frente a Muhammad. Pero, en la madrugada del 22 de mayo, a la corta edad de 33 años, su corazón estalló en mil pedazos al recibir un disparo a la distancia de treinta metros. La certera bala fue lanzada por el matón Willard Ross Brymer, en Nevada, más precisamente en la puerta de “Mustang Ranch”, el cabaret de Joe Conforte, quien fue su manager durante un período.
Bonavena fue velado el 30 de mayo de 1976 en el Luna Park, con la presencia de 150.000 personas. Hoy, después de 41 años de su paso a la inmortalidad, la tribuna local del Tomás A. Ducó (estadio del club de sus amores) lleva su nombre, así como también un canción de Las Pastillas del Abuelo y un álbum de Massacre, que cuentan la trágica historia de un niño que dejó el barrio para seguir sus sueños y convertirse en mito.
Lucía Eva Buzzano