La historia de Camila Cajal comenzó el 26 septiembre de 2002 en Pozuelos, Santiago del Estero. Con tan solo un año y siete meses, sufrió severas quemaduras en las manos y fue trasladada de urgencia al Hospital de Niños de la provincia. Pese a todos los intentos, los médicos le confirmaron a su familia que debían amputarle los 10 dedos. Un año después del accidente, Camila y su madre, Margarita Vera, iniciaron el primero de varios viajes a Buenos Aires para realizar cirugías, controles y análisis en el Hospital Garrahan.
En 2012, la familia Cajal conoció a Claudio Brahim, un traumatólogo santiagueño que atendía en Tucumán y quien asumió la difícil tarea de ayudar en el proceso de adaptación. Rápidamente el profesional contactó a Lucas Abdalá , un estudiante de 27 años de ingeniería electrónica en la Facultad Regional de Tucumán. Ambos se encargaron de diseñar la prótesis electrónica.
Las manos ortopédicas fueron entregadas el pasado 4 de mayo. “Empezó a usarla apenas se la puse”, contó asombrado el traumatólogo.
Como la adolescente, Brahim tampoco se resignó: «Nunca me resigné fácilmente a tener que decir la frase ‘es una secuela, qué le vamos a hacer'», afirmó. La prótesis tuvo un costo menor a los 2.000 pesos, cuando haberlas adquirido en Estados Unidos habría significado una inversión de no menos de 30.000 dólares.
«Usamos planos que están disponibles para cualquiera en Internet, un software gratis, la impresora 3D de Claudio y construimos la parte electrónica con elementos que se consiguen fácilmente en Tucumán», detalló el universitario Abdalá.
Hoy Camila está cursando el último año de la secundaria en el Instituto San Cayetano de Termas de Río Hondo. Con el muñón que le quedó en la mano izquierda logró desarrollar una especie de pulgar, que le permite escribir, manejar el celular, comer, maquillarse, lavarse el pelo y muchas otras cosas más. Si bien las manos artificiales todavía le resultan incómodas para realizar algunas actividades, no para de agradecer la posibilidad de contar nuevamente con sus manos para afrontar distintas tareas de la vida cotidiana.
Gracias a Claudio Brahim y Lucas Abdalá muchas otras personas en las mismas condiciones que la joven santiagueña podrán adquirir la prótesis. “Lo más importante es que hemos hecho todas las pruebas que permitirán que casi cualquiera pueda acceder a una prótesis. Ahora será posible que un amputado pueda estar usando ‘manos nuevas’ apenas sus tejidos hayan cicatrizado. Quizás en menos de un par de meses», festejó Brahim.
Camila Suárez