Seguramente es de conocimiento general el término “overbooking” y casi siempre acompañado de la palabra “aerolínea”. Y la cuestión causó revuelo en todo el mundo el 9 de abril pasado, cuando se conoció que en un vuelo de la empresa United Airlines que debía partir desde Chicago, Estados Unidos, un pasajero fue retirado de la aeronave por la fuerza, porque nadie quería ceder voluntariamente su asiento. Esta práctica, muy común en las empresas de aeronáutica, consiste básicamente en la sobreventa de pasajes. Pero ¿por qué una aerolínea vendería más pasajes de los que supuestamente dispone?
No hay que romperse la cabeza pensando para conocer la respuesta: la idea es ganar más dinero. O, en todo caso, evitar pérdidas económicas.
Las compañías aéreas llegaron a la conclusión, gracias a las estadísticas que manejan, que indican que un porcentaje de las personas que compran sus boletos no terminan presentándose para abordarlo. Eso se traduce en un asiento vacío en el avión, lo que es igual a que no se aprovecha al máximo la capacidad de la aeronave y, consecuentemente, una pérdida de dinero para la empresa. Eso sería un pecado en el mundo empresarial.
¿Cuál es la solución que encontraron? Fácil, vender más pasajes de los que realmente deberían. Esta decisión la toman basándose en que les resulta menos costoso indemnizar a los pasajeros que deben bajar en caso de que la estadística falle y todos los pasajeros se presenten al vuelo. Además de que la probabilidad de que esto suceda es mucho más baja que la posibilidad de que se ausenten pasajeros.
Una práctica que todas las grandes empresas de aeronavegación llevan a cabo y que, a pesar de lo irregular que se muestra, no está prohibida por ninguna ley o código aeronáutico.
Nicolás Albino y Martín Feijóo