Pirámide Invertida sostuvo una charla exclusiva con Giselle Ferrero, una comerciante de 37 años, madre de cuatro hijos y además fundadora del refugio «Las Renatas», ubicado en Villa Madero y en el que desde hace más de tres años están a disposición de los animales discapacitados para curarlos, rehabilitarlos y donarlos.
-¿En qué situación se encontraba el lugar antes de que abrieran el refugio?
-Siempre hay animales sueltos en la calle. El lugar donde alquilamos era una casa abandonada, que de hecho estaba en tan mal estado que entre risas le deciamos «las ruinatas» por las ruinas de Machu Picchu. La casa no tenía medianeras, en una parte que daba a la calle había como un tejido caído y árboles. Así y todo la alquilamos, el dueño accedió y ahí empezó a funcionar el refugio.
-¿Cómo y cuándo se fundó el refugio?
-Se fundó en octubre del año pasado, antes funcionaba en mi casa. Adopté una perra que se llamaba Renata y con ella descubrí el mundo del proteccionismo. Me llamaba la atención porque no sabía lo que sucedía con los animales que estaban más graves o discapacitados. Hay toda una red en Facebook de gente que ayuda a los animales y publica todo el tiempo alertas; veía que a los cachorritos los adoptaban enseguida pero no pasaba lo mismo con los animales adultos. De hecho se perdia la conexión con la publicación. Cuando pasaban estas cosas empiezo a querer ayudar a estos tipos de animales porque son, a mi criterio, los que más necesitan ayuda.
-¿Cuántas personas hay en el refugio?
-Actualmente somos dieciséis personas de todo tipo de edades. Hay señores, señoras, chicos, chicas, mis tres hijos. Cuando empezamos era con mis tres hijos, ahora tengo cuatro, y yo además de alguna otra persona que nos ayudaba momentáneamente. Vero fue una de las personas que me ayudaron hace más de dos años. Es la que se encarga de diseñar la página, ayuda desde allí porque vive muy lejos de mi casa. Con ella comenzamos a idear cosas para ayudar más, estoy las veinticuatro horas conectada con ella y de ahí sale una amistad. Ella me acompañó a alquilar el lugar.
-¿Ella fue una persona importante en el proyecto?
-Sí, ella me apoyó a seguir con el refugio y llevar acabo mi proyecto de ayudar.
-¿Cómo se mantiene un lugar así y para sostener una atención de veinticuatro horas?
-Lo de las veinticuatro horas surge desde el día en que se crea «Las Renatas», porque si no estás comunicado para ver cómo ayudar, no estás atendiendo a los animales que uno quiere ayudar.
-¿Cuántos animales hay en el refugio?
-Sólo hay treinta perros discapacitados; por el momento no estamos en condiciones de recibir gatos.
-¿Qué discapacidades presentan los perros?
-Hay perros no videntes, que no escuchan, enfermos terminales con cáncer, hay parapléjicos y casos de cuadripléjicos.
-¿Cómo se rehabilitan los animales?
-Los gatos discapacitados no tienen expectativa de vida a comparación de los perros. Mas que nada cuando éstos tienen lesiones en la columna, no control de esfinteres y no tienen sensibilidad en las patas traseras. Los veterinarios no saben tratar la discapacidad en animales porque no hay material de estudio y no hay experiencia en este tema porque a esos animales se los eutanasia directamente.
-¿Estás de acuerdo con la eutanasia en casos muy puntuales?
-No porque es sacarles la posibilidad de seguir viviendo, no le das al animal tiempo arecuperarse. No quiere decir que si hoy hay un perro discapacitado va estar de esa manera toda su vida. Hay gente que ve la eutanasia como una salida fácil.
-¿Reciben algún aporte del municipio o de algún ente que ayude a sostener el refugio?
-No recibimos ningún tipo de subsidio, no nos ayuda ninguna empresa, no nos esponsorea nadie, no tenemos nada que no sea la gente que nos ayuda con donaciones de alimentos, remedios y otras ayudas como juntar tapitas de plástico.
-¿Alguna anécdota que te ayude a seguir adelante?
-Sí, por supuesto, Olga es una chica que quería ayudar en la campaña de castración que hacía en mi casa. Con ella nos fuimos a estudiar enfermería veterinaria y en uno de los recreos de enfermería le digo: «Quiero poner un refugio», a lo que ella me contesta «¡qué vas a poner un refugio…!». Ya pasaron más dos años desde que se fundó el refugio y no nos olvidamos nunca de esa charla. Me ayuda a pensar que no hay imposibles.
Por Yanina Díaz