Un domingo con inicio lluvioso, nubló los planes de un paseo al aire libre. Sin embargo, Buenos Aires ofrece tantas cosas, que un programa bajo techo es una excelente opción.
Una ciudad con una diversidad cultural tan rica, tiene alternativas para que un extranjero siga añadiendo conocimiento de la historia y de las leyendas porteñas. Un menú de lugares en capital, El obelisco, La Recoleta, Puerto Madero, el Barrio “La Boca”, todos lugares representativos de la capital Argentina, pero el lugar elegido esta vez fue más adentro de la historia de Buenos Aires. En una de las calles más representativas de la ciudad, la Av. De Mayo se decora con un sitio emblemático, El café Tortoni.
El Tortoni, es uno de los más representativos y antiguos bares de los porteños, donde se realizan shows de tango y otras presentaciones artísticas. Fue fundado en 1858 durante la transición de aldea a metrópolis de la ciudad y hoy, después de 158 años, sigue funcionando y es tan popular y significativo para las narraciones escritas, verbales y de todas las maneras posibles en que se pueda exponer su realidad casi mitológica.
Una larga fila evidencia su fama entre los visitantes y confirma que es un lugar bien elegido. Christian Bateca, Mexicano que llegó acompañado por su esposa, expresó el porqué de su visita a este lugar: “Es un paso obligado, aparece en todas las guías y guarda mucha historia del paìs. Algo especial debe haber allí dentro”
Entrando, un olor a chocolate casero se pasea por el lugar, era la hora de la merienda, no había un momento más justo para la recepción de sus invitados. Es un mundo diferente adentro, cientos de cuadros y libros, mesas especiales y una especie de laberinto lleno de historias, lleno de vivencias añejas que resucitan con cada vistazo, pues el lugar vio desfilar varias generaciones de grandes figuras del arte y la política argentina. Carlos Gardel, los escritores Jorge Luis Borges y Roberto Arlt, al artista Quiquela Martin, y figuras como Albert Einstein y Federico García Lorca, sus nombres poseen un alto caudal de anécdotas.
Un medio de la algarabía de las charlas de quienes disfrutan de bebidas y comidas del lugar, un sonido, como un susurro, se escucha levemente al fondo, tras una cortina. Los aplausos claramente son de aprobación y la expresión de gusto en la cara de la gente que sale de allí, arranca cualquier duda. Tras aquel telón se esconde un rincón lleno arte, tan privado cómo la mesa preferida de Gardel, pero tan acogedor como un cuarto propio. La luz se pone tenue y empieza el show.
Claramente el tango no podía faltar, si el maestro lo frecuentaba, el género debía ser un estandarte. Marcos y Sofía, con traje de gala para la ocasión y con un profundo respeto al ritmo del bandoneón, se sincronizan perfectamente en un baile tan elegante como las instalaciones del café. Seguido, Bárbara, con 12 años al frente de la gala dominguera, con la misma elegancia, entonó de entrada “Caminito”, famosa composición de Gabino Coria e interpretada por el gran Gardel.
Narraciones cantadas, leyendas actuadas y movimientos únicos que devuelven en el tiempo a cualquiera, incluso a los peregrinos. Un viaje lleno de arte, música, sabor y lenguajes distintos, pero que al final su combinación, da como producto volver a casa al son de tango y sentirse un argentino más.
Por Fabio Andrés Ordoñez Pabón