Desde hace casi 60 años Elías Fernández se encarga de la venta y refacción de paraguas en el barrio de Boedo. “Paragüería Víctor” ahora es atendida por su único hijo, que le dio el nombre al local.
Apenas se abre la puerta, lo peculiar invade al visitante en uno de los pocos comercios de sus características. No quedan muchas de su especie, y pasar por la vidriera lleva a la pregunta inevitable de cómo se mantiene. El amor por una ocupación y el esfuerzo son las claves del éxito de Elías Fernández.
“Sé que hay una por la calle Carlos Calvo y otra por Flores. No de esta dimensión. Son más chicos”, cuenta Víctor, el encargado del local, que con una sonrisa se enorgullece de administrar hace diez años el negocio que creó su padre. El recuerdo de años lejanos llega rápido, y opina: “Antes había en todos los barrios, pero a partir de 1978 empieza la importación masiva de productos de China. Hasta ese año, el 90% se fabricaba acá. Las paragüerías los armaban en base a los armazones, las telas, las terminaciones y todas las partes que se requerían. Era como un rompecabezas. Al no haber una fábrica muy grande, ante la competencia de China empezaron a caer como moscas. A los dos o tres años, los que fabricaban armazones, dejaron de fabricarlos y los que importaban telas lo mismo, porque la competencia es terrible”.
Elías llegó como un inmigrante más desde España en 1950 y tras muchos intentos en busca de tener un futuro próspero, comenzó como vendedor ambulante y mediante la familia de su esposa, con historia de paragüeros, adquirió el nuevo oficio. Luego de casarse, abrió su local de venta y arreglos en 1957 en Independencia y Castro, que se trasladaría en 1967 a Independencia 3709, con su nuevo nombre, por la demanda de Víctor, de apenas 9 años por aquel entonces. Fue en 1979, cuando comenzaría la modificación de la avenida Independencia (de ser empedrada y doble mano, pasó a circular en dirección oeste y asfaltada), que el negocio se asentó en la esquina en la que permanece aún hoy.
A pesar de sus 85 años, se mantiene impecable y con la misma calidad de atención de siempre. Lúcido y vivaz, tiene reuniones con sus amigos y juega a las cartas todas las tardes, cuando el local cierra, de 13 a 15.
En el local no sólo se venden paraguas, que son de todos los colores y tamaños y van de los 300 a los 2600 pesos, sino que la vidriera también ofrece bastones, cinturones, calzadores y billeteras. A pesar de la variedad, es la reparación y la venta lo que sienta las bases del negocio. Víctor recuerda cuando comenzaron a ofrecer diferentes productos: “En el 80 empezamos a vender otras cosas, porque con los paraguas no pasaba nada. Sábanas, cubiertos, billeteras… de todo un poco.”
El subsuelo aloja reliquias de varias décadas para hacer refacciones muy complejas, debido a que no es fácil acceder a nuevas piezas. A la hora del arreglo, hay que acudir a miles de varillas, mangos, costuras y terminaciones para dejar el paraguas en perfectas condiciones.
Ahora es Facundo, alguien ajeno a la familia que llegó hace como a cualquier trabajo, el que aprende el oficio de Elías. Con 26 años, se encantó de la comodidad que le ofrecieron desde su inicio. “Ellos me adoptaron como un hijo, estoy muy cómodo”, dice mientras muestra la incontable cantidad de piezas diferentes a las que recurren junto a Elías para realizar las reparaciones, un trabajo que tiene un mes de demora por la gran demanda. El legado está sembrado, y es Facundo quien lo recoge. “Yo acá estoy muy cómodo. Tengo que aprender millones de cosas, pero me encantaría seguir”, confiesa al hablar de la posibilidad de que el maestro deje su histórico lugar.
“Los días de lluvia no te podés sentar, es una locura. Gente que se acuerda de que lo había dejado para arreglar, o tiene que comprar uno nuevo. Hay de todo”, comenta Facundo mientras hace un paseo por todo el depósito.
La actualidad puede ser aprovechada o sufrida. A pesar de la masividad y del fácil acceso al producto, Víctor y Elías saben sacarles jugo a las nuevas tecnologías. “Ahora con Internet viene público de cualquier lado. En parte eso es lo que justifica tener el negocio abierto. Con Mercado Libre también se incorporó mucha clientela”, admite Víctor, antes de atender a sus clientes.
“Yo vivía acá hace 45 años y vine a arreglar el paraguas porque recordaba el negocio”, afirma una nueva clienta, que mezcla las raíces de su viejo barrio con la necesidad de reparar un paraguas adquirido en Europa, en un rincón que le recuerda su viejo hogar.
Por Yannick Iván Zaputovich