A veces un abrazo no sólo es un abrazo. Sino que juega una suerte de emoción incontrolable, de movilidad interna y un desconocido puede convertirse en un perfecto aliado para este tipo de descarga.
Eso fue lo que ocurrió el domingo 30 de Junio de 1985, cuando la Selección argentina aún se encontraba en las eliminatorias para clasificar al mundial de México ‘86. El conjunto nacional llegaba con 12 puntos y Perú con 9. Faltaban dos encuentros, un ida y vuelta entre los países sudamericanos y el equipo de Carlos Salvador Bilardo se perfilaba como favorito. Sin embargo estuvo cerca de no clasificar.
En Lima se impuso el equipo local 1-0 cuando Luis Reyna anuló por completo a Diego Maradona con una histórica marca personal. De esta manera Perú alcanzaba los 11 puntos e intentaría el milagro en Buenos Aires.
En la revancha, Argentina abrió el marcador tras un pase perfecto de Diego Maradona a Pedro Pasculli, que anotó el primer tanto. Sin embargo la superioridad Argentina duraría poco y Perú logró invertir el temporal 2-1 de la mano de José Velásquez y Gerónimo Barbadillo y con un juego que iba de menor a mayor parecía que el seleccionado visitante lograría la hazaña. Pero tras un duro impacto de Daniel Pasarella, el arquero apenas pudo desviar la pelota que tocó el palo derecho y quedó detenida sobre la línea, allí fue que Gareca, con un gol servido, logró el milagro a nueve minutos del final.
De esta manera Argentina se clasificó al mundial azteca de 1986, en donde lograría su segundo título mundialista y Perú jugaría el repechaje con Chile, quien se impondría tanto en Lima como en Santiago.
La conducción de Bilardo fue sumamente cuestionada por el periodismo, los conflictos entre Diego Maradona y Daniel Pasarella parecían un volcán en erupción y los rumores sobre que el gobierno nacional degustaba la idea de que Bilardo abandonara el cargo, llenaban de ansiedad y de tensión al público y al seleccionado.
Aun así, ese empate en el Monumental brindó una bocanada de oxígeno a los argentinos y sobre todo a Carlos Bilardo, que al finalizar el partido encontró en su camino a un policía a quien abrazó descargando toda su felicidad.
Flavia Castaño, Sebastián Busto y Rocío Torossian, 2do. B TT.