En las primeras horas de ese fatídico día, todo parecía indicar que iba hacer un día como cualquier otro pero a las 8:45 (hora de Nueva York) el Boeing 767 de American Airlens se estrelló entre los pisos 93 y 99 de la Torre Norte del World Trade Center. 18 minutos más tarde, otro Boeing idéntico y de la misma compañía impactó entre los pisos 77 a 85, pero esta vez fue a la Torre Sur. Los dos aviones debían cumplir el mismo trayecto (Boston-Los Angeles) pero fueron desviados por un grupo terrorista pertenecientes a la organización de Al-Qaeda, liderada, por aquel entonces, por Osama Bin Laden.
El tercer avión, secuestrado por el mismo grupo, impactó contra las fachadas del Pentágono, en Virginia. El cuarto y último avión, perteneciente a la compañía de United Airlens, no alcanzó ningún objetivo al estrellarse en campo abierto en Pensilvania, tras perder el control de la cabina como consecuencia del enfrentamiento entre los terroristas y los pasajeros. El mismo tenía como objetivo el Capitolio de los Estados Unidos, ubicado en la ciudad de Washington.
Los atentados, que fueron condenados inmediatamente como horrendos ataques terroristas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se caracterizaron por el empleo de aviones comerciales como armamento, provocando una reacción de temor generalizado en todo el mundo y particularmente en los países occidentales, que alteró desde entonces las políticas internacionales de seguridad aérea.
Betty Ong, azafata del vuelo 767, logró comunicarse con la oficina de reservaciones de la compañía para informar que el avión parecia estar siendo secuestrado, pero a pesar de su esfuerzo ya era demasiado tarde para detener la nave.
Este ataque fue la mayor tragedia norteamericana aire–tierra desde el bombardeo japonés a la base naval de Pearl Harbor, Hawaii: 2.403 muertos y 1.178 heridos. Bajas superadas por la destrucción de las Torres Gemelas: 2.823 muertos y 6.000 heridos.
Tras el 11-S, varios gobiernos aprobaron leyes antiterroristas o endurecieron las existentes. EE.UU, por su parte, invadió Afganistán el 7 de octubre de 2001 y contó con el apoyo de la ONU. El 20 de marzo de 2003, EE.UU, con ayuda de Gran Bretaña pero sin el apoyo de la ONU, invadieron Iraq.
Hoy, 15 años después de semejante tragedia, una nueva torre ocupa su lugar, con la esperanza de que nunca más vuelva a suceder lo acontecido.
Huertas, Lanzillotta, Lozano Seeber, Silvera, Villarruel