La calesita de José De León es uno de esos lugares arraigados en el barrio de Monte Castro, y que forman parte de su identidad. Con el pasar de los años, Don José, como lo conocen todos los vecinos, ha visto pasar por su calesita a niños que hoy en día ya son abuelos.
Se la puede encontrar al final de la Galería Jonte, más precisamente en la intersección de la avenida Alvarez Jonte con Benito Juárez y Allende, desde hace 49 años si se cuentan los anteriores dueños. De León la adquirió en 1974, siempre acompañado por su mujer, Nilda Gómez.
Al abrir la puerta corrediza violeta, siempre encontraremos a Don José en la tarea que más disfruta, trabajar con los niños, a quienes siempre les entrega la ya clásica sortija. Para resaltar el amor que los chicos sienten por él, basta ver como corren a su encuentro al llegar al lugar para saludarlo. Mientras observa a los niños en la calesita accede a describir lo que es su lugar en el mundo.
-¿Cómo surgió la idea de instalar una calesita?
-Yo iba caminando por una plaza con mi hijo, allí lo lleve a una calesita y de pronto me gustó la idea de poner una calesita, pasaron los años y luego se me dio la oportunidad y aquí estoy. A la calesita la fui armando de a poquito, la compré sin piso y después fui mandando a hacer los caballitos, luego la pista, que es una planchuela. Los jueguitos son a medida, por pedido, todos están pintados por mi hija y por mí.
-¿A lo largo de los años han variado las atracciones del lugar?
-Sí, cuando yo vine había una calesita muy antigua, suspendida, no era como ésta que es plataforma, con una rueda que gira. Con el correr de los años fui creciendo hasta que la cambié por ésta que tengo ahora; son juegos de hace muchos años. Luego adquirimos el laberinto, el metegol, el tejo, la pista de motos, un castillo inflable y todas esas cosas hasta llegar a lo que tenemos en la actualidad.
Ya el dueño de la calesita anterior hacía siete años que estaba; antes que él hubo otro que estuvo dos años, por eso hace 49 años que hay calesita en el patio de la galería. En una época tenía videojuegos, pero con el tiempo los saqué porque siempre tenía problemas para repararlos y decidí deshacerme de ellos. En su reemplazo se pusieron otras cosas; por ejemplo, se agrandó el pelotero. En su momento hubo una máquina de peluches. También tenemos el quiosco y otras comodidades, como la máquina de café.
Aparte de todo lo que te conté se hizo el techo, que al principio era de lona y con el tiempo lo fui mejorando hasta que puse el policarbonato. Las paredes (con dibujos de diversas caricaturas, en su mayoría de los Tiny Toons) fueron pintadas por mi hija. En la entrada del local tenemos a un loro de peluche, pero ya no es para jugar, sino para que repita las palabras que le dicen y entregue una sorpresa.
-¿A qué se dedicaba usted anteriormente?
-Era marinero, viajaba; estuve por Europa y por todas partes del mundo. En un momento dado me cansé de esa vida, aún era soltero todavía y decidí quedarme en tierra firme… Y bueno, aquí estoy.
-La calesita es, sin dudas, el símbolo del lugar. ¿Es también la atracción más elegida?
-La calesita es todo; si no anda, por más que tengas veinte juegos, no sirve. Es la atracción del parque, después se distribuye entre el resto de los juegos. Después, lo que más gusta es el laberinto, las motos y el castillo. Luego los juegos mecánicos, que son antiguos, pero igual los usan.
-A lo largo de estos 42 años deben existir casos de distintas generaciones que han pasado por su calesita. ¿Qué le genera eso?
-Sí, ya viene la tercera generación, eso me genera mucha emoción, mucha alegría, porque me gusta trabajar con los chicos.
-Es de imaginar que debe de tener infinidad de anécdotas en el transcurso del tiempo. ¿Recuerda alguna en particular?
-En vísperas de una Navidad, vienen unas señoras con dos chicos y me dicen: “Mire, le pago media hora de laberinto y nosotras vamos a realizar las compras por Jonte”. Pasaron dos horas y media y no aparecían, yo estaba por bajar la persiana y aparecieron corriendo las dos mamás, desesperadas, llorando, y les pregunte qué pasó. Me contestaron: “Si te cuento no lo vas a creer, nos entusiasmamos haciendo las compras y fuimos a parar hasta Villa del Parque, y cuando llegamos a casa nos acordamos de que dejamos a los chicos”. Una cosa de no creer, yo ya estaba por hacer la denuncia en la comisaria.
-Actualmente está instalado que los chicos se entretienen con la computadora y otras herramientas electrónicas. En este contexto, ¿ha menguado la cantidad de niños?
-En ese sentido no me puedo quejar, siempre he tenido público y trabajo. Hubo épocas malas, como el 2001 y 2002, pero dentro de todo fuimos peleándola. El tema de la computadora ocurre con chicos más grandes, de 6 años en adelante. Antes venían a la calesita, pero ahora a esa edad igual se enganchan con la pista de motos, el tejo y el metegol.
-¿Cuál es el horario de la calesita?
-Mi horario es todo el año abierto, de domingo a domingo, no cierro nunca, salvo algún caso muy especial por enfermedad o mal tiempo; si no, vengo siempre, hasta en los días festivos.
-¿Jamás se cansa de este ritmo?
-No, porque me gusta mucho lo que hago, esto es mi vida.
Por Alejandro Severini