Puede uno quedar asombrado ante la belleza de algo que se posa frente a nuestros ojos, y aunque no hay dudas de que la belleza es subjetiva, hay representaciones que van más allá de cualquier discusión y generan una unanimidad colectiva. Las bellas artes son representaciones que despiertan sensaciones únicas ante quien las contempla, y es que el arte ha sido un elemento connatural que ha estado ligado a la vida del hombre a lo largo de su existencia, siendo un medio de expresión universal en donde la búsqueda de la perfección y la estética prevalecen.
La arquitectura, la danza, la escultura, la música, la pintura, la literatura y más recientemente agregada a esta la lista, el cine, son consideradas las siete artes universales que permiten al hombre transmitir o expresar sentimientos, emociones, deseos, angustias y otras tantas sensaciones. Según los antiguos griegos las artes podían ser apreciadas a través de los sentidos de la vista y el oído (sentidos superiores), ya que para apreciar estas obras no hace falta entrar en contacto físico con lo que se observa.
El arte nos despierta un sinnúmero de sensaciones, las mismas que el artista intenta comunicar a través de sus trazos, de sus sonidos, de sus formas; cada uno de ellos nos lleva a un mundo nuevo, donde el simbolismo propio de sus representaciones nos conduce a través del tiempo, del momento histórico en el que vivía y deseaba mostrarnos.
El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires -ubicado en Avenida del Libertador 1473- fue fundado en 1895 por el presidente de entonces, José Evaristo Uriburu, allí convergen diferentes tendencias, estilos y épocas plasmadas en las diferentes representaciones artísticas, principalmente la pintura y la escultura. Empezando por el medioevo europeo caracterizado por su fe, pasando por el renacimiento del arte europeo del siglo XV y XVI, el barroco, el rococó, el impresionismo francés, continuando con el arte argentino y latinoamericano del siglo XIX y finalizando con el arte moderno del siglo XX internacional y latinoamericano, el museo es un lugar único, maravilloso y ecléctico, donde se exponen diversas corrientes del arte mundial.
Ingresar en cada una de sus salas es hacer un viaje a través de distintas épocas, es evocar los sentimientos de los artistas y dejarse llevar por los sentidos. Poder disfrutar de cada uno de los detalles de las obras y apreciar su singularidad, es entender cómo la historia de humanidad trasciende más allá de nuestras vidas.
Apreciar la belleza en cada una de estas obras debe ir más allá del factor subjetivo; sin duda cada uno es libre de apreciar y determinar desde su punto de vista, y lo que para uno es bello para otro puede no serlo. Sin embargo, las obras que aquí o en otros museos se exhiben nos plantean el reto ya no de apreciarlas en cuanto a su calidad estética, sino el de entender que lo que hace a una obra bella es su esencia, en otras palabras, comprender el contexto histórico y social de la época, la personalidad del artista y lo que este quería exponer o retratar. De esta forma podemos apreciar los detalles y encontrar la belleza o la estética en cada obra.
Visitar el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires nos permite encontrarnos frente a la historia, pero vista a través de los ojos del artista; es poder contemplar diversas representaciones y saber que gracias a los autores estas perduraran en el tiempo y son un legado único e inigualable que nos deja comprender cómo ha sido el devenir de la humanidad.
Como diría Leonardo Da Vinci “La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte”, pero para que así sea, necesita de las personas que lo aprecien. De nada servirá que se exhiban obras fastuosas y nadie las observe, las sienta, las disfrute o las goce. El arte es la vida misma plasmada en obras que nos liberan y nos permiten conocer lo sublime de las cosas y lo majestuoso de los detalles.
Por Carlos Herrera