Un verdadero símbolo que ofrece una resistencia a esta época posmoderna en la que domina el individualismo y el aspecto social queda cada vez más relegado es el Club Cervantes. También conocido como “La Papelera” por aquellos que ostentan los números más bajos en su carnet, ya que el club se erige sobre lo que antaño fue un depósito de papeles. El lugar de convergencia es en la calle General Cesar Díaz 5131, en su intersección con Cervantes.
La institución se fundó en el año 1938, en un terreno situado justo enfrente de la ubicación actual; el frente del club estaba construido por postes de madera. Posteriormente, en 1945, se conformó la primera Comisión Directiva con el nombre que perdura hasta estos días. Nueve años después le otorgaron la personería jurídica mediante un decreto presidencial, que firmó el mismísimo Juan Domingo Perón.
En el año 1963, bajó la presidencia de Benigno Gerbolés, lograron comprar el predio, recaudando fondos por intermedio de la rifa de un automóvil, razón por la cual la entidad cuenta con terreno propio.
A lo largo de los años, en el club se desarrollaron diversas actividades, como sipalki, yoga, tai chi chuan, patín artístico, bochas y básquet. En la actualidad se practica taekwondo, boxeo, zumba y fútbol infantil (con participación en el campeonato de la liga C.A.F.I)
Su presidente actual, desde 1984, es Serafín Fernández. Sentado a la mesa dentro del buffet, la máxima autoridad del club demuestra entusiasmo al momento en el que se lo invita a realizar un repaso sobre los orígenes, las anécdotas y la actualidad de la institución.
Para contextualizar los lazos que lo unen al club, debe mencionarse que en el momento de su nacimiento, en 1951, sus abuelos estaban a cargo del buffet; luego asumiría ese rol su padre. Fernández fue intendente hasta que en 1984 asumió la presidencia del club, cargo que desempeña hasta la actualidad. En el momento de su asunción, el club se encontraba clausurado desde 1981, debido a problemas edilicios y una mala administración de la anterior gestión, según señala el mismo Fernández. Como levantar la clausura y reactivar a la institución fue un arduo trabajo, al escudo tradicional del club rojo, azul y blanco decidió agregarle un ave fénix como símbolo de resurgimiento.
Se denota en su semblante los gratos recuerdos, sobre todo cuando rememora las personalidades destacadas que pasaron por el club: “Acá se armaban veladas de boxeo, en las que se destacaban Armando Sosa junto con Jacinto y Amado Salomón. Además se le realizó un homenaje a Horacio Acavallo cuando regreso de Japón (luego de consagrarse campeón mundial ante Katsuyoshi Takayama) y también nos visitó Goyo Peralta. Varias veces realizó su espectáculo aquí la troupe de Titanes en el Ring”.
Antes de continuar con su relato, remarca que donde se ubica hoy día el buffet se encontraba un escenario, por el cual pasaron los cantores Julio Sosa (quien convocó a 5000 personas) y Alberto Castillo; además de las orquestas de Juan D’Arienzo y Osvaldo Pugliese. Fernández remarca con especial énfasis: “Ernesto Baffa aprendió a tocar el bandoneón acá en el club, con un casero, que además era vendedor ambulante, llamado Guarino, quien disfrutaba de hacer música con un mate”, recuerda.
En cuanto al ámbito futbolístico, Ernesto “El Rey Petiso” Gutiérrez, uno de los más reconocidos centrojás tanto en Racing como en la selección argentina, era habitué del lugar ya que vivía enfrente del club. Por su escuela de fútbol pasaron jugadores como Christian Bassedas, Sebastián “El Gallego” Méndez y Mariano De la Fuente, ex Defensa y Justicia.
Aunque el presidente no es el único que añora esos tiempos, ya que Juan Carlos Di Serio, integrante de la comisión directiva, cuenta que en el club conoció a su mujer, Nora, cuando ella tenía 13 años, en una obra de teatro donde ella actuaba y él era el encargado de realizar la escenografía. Siendo un niño estuvo presente aquella noche en la que Julio Sosa desplegó su repertorio; al retrotraerse a ese día rememora: “Había tanta gente que casi se caían de la terraza”. Di Serio estaba con su bicicleta y recuerda, con un cierto dejo de nostalgia, que Sosa se le acercó y con una sonrisa le dijo: “¡Fah… qué máquina!”.
Estas historias no hacen más que plasmar la importancia que tenían los clubes antaño, ya que allí se formaron numerosas parejas y se forjaron amistades y familias tanto por los valores del deporte como en los bailes, como los muy ponderados corsos, y actividades sociales. Hoy en día, tanto el Club Cervantes como tantos otros continúan siendo importantes ya que mantienen alejados a los jóvenes de la calles y a su vez se fomenta la cooperación y el trabajo de equipo. Por esta razón, Fernández concluye la charla con una frase que acuñaba el comisario inspector de la zona: “El club es una burbuja”, en la que no entran el alcohol, las drogas ni el juego.
Por Alejandro Severini