Mientras en Chechenia se desataba una segunda guerra chechena, en Perú, Universitario conseguía un bicampeonato en la cancha de su eterno rival Alianza Lima; Microsoft lanzaba la segunda edición del afamado Windows 98; en Sevilla se celebraba la séptima edición del Campeonato del Mundo de Atletismo; Lance Amstrong ganaba su primer Tour de Francia; el club de fútbol Barcelona cumplía 100 años, y Talleres de Córdoba se consagraba campeón de la Copa Conmebol, convirtiéndose en el último campeón del milenio en el planeta. Justamente en Córdoba, pero dos meses antes de este hito de la «T», nacía un bebé como cualquier otro, pero que catorce años después soñaría viajando a Nankín, China, para disputar sus primeros Juegos Olímpicos de la Juventud y verse atravesada por una medalla plateada. Y mientras permanecía con la cabeza gacha evocaría el más noble llanto.
María Fernanda Russo fue la más chica de una delegación de 213 atletas en los últimos Juegos Olímpicos y también lo fue en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, en donde consiguió el segundo puesto con un puntaje de 204,7, perdiendo por 0,1 y logrando la impensada clasificación a Río. Sin embargo, Fernanda afirma con seguridad que «el tema de ser la más chica me parece que fue un dato más. Me parece que si uno está donde está es porque es capaz. Los 16 años fueron más que nada para el resto, yo no me sentí distinta».
La tiradora nacida en 1999 finalizó vigésima en la prueba de 10 metros rifle de aire femenino en Río de Janeiro, superando a la ya experimentada Amelia Fournel, quien finalizó 41°. Hoy, un mes después, le toca volver a la rutina de estudiante en su provincia y comparte más tiempo con su familia y sus amigos: «volví a mi vida normal de secundaria, con mis amigas, mi familia y los exámenes. Si bien es muy lindo ver que la gente en general se da cuenta de quién soy y se acercan a saludarme, sigo siendo la misma chica». Este tipo de competición trae mucha satisfacción en lo personal, ya que es una experiencia única en la vida de un deportista olímpico. Entrenarse duro durante años para poder demostrar de que está hecho y enfrentando a los mejores del mundo. Los nervios juegan un papel fundamental y la concentración en el goce del juego amaga con disfrazar esas sensaciones. «Traté de disfrutar de la prueba al margen de los nervios y lo logré. Pero tuve mariposas en el estómago en la prueba entera», confesó. Sabe que es jóven y que le espera un futuro incierto, lleno de obstáculos y desafíos. Con sólo 16 años ya logró el sueño de todo atleta. Y por delante tendrá el sueño de una campeona. Le esperan Tokio 2020 y por lo menos 3 Juegos Olímpicos más en su proyección. Pero antes de comenzar a soñar tiene otro objetivo: «por ahora quiero descansar y ponerme al día con los estudios. Después nos sentaremos a planificar para el año que viene, pero más adelante, porque es todo muy reciente».
Esta nueva generación de deportistas como Braian Toledo, Fernanda Russo, Pablo Simonet, Ailén Armada o Federico Bruno inspiran de alguna manera a los que están abajo y motivan a los que están arriba. Fijan con su madurez los cimientos de un deporte argentino en crecimiento. Dan confianza y encierran en su humildad el verdadero espíritu olímpico.
Por Alejandro Torres y Alexis Tropía