Se erigió el 23 de mayo de 1936, y los 80 años lo encuentran en plenitud. Construido por el arquitecto Alberto Prebisch, rememora la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires por Pedro de Mendoza, en 1536. En un muestreo acerca de cuál es el monumento más emblemático de Buenos Aires, el Obelisco salió en primer lugar, con un 48 por ciento de las preferencias; en segundo lugar, 23 por ciento, empataron el Monumento al General San Martín a los Ejércitos de la Independencia y el Monumento a los Españoles; el primero está emplazado en la plaza del mismo nombre en la avenida Santa Fe (desde la calle Esmeralda hasta la Av. del Libertador), e ilustra varios hitos de este héroe nacional argentino, como el cruce de los Andes y la Proclamación de la Independencia de Chile junto con la del Perú.
Por su parte, el Monumento a los Españoles, que se levanta en la intersección de las avenidas del Libertador y General Sarmiento, fue donado por la colectividad española en 1910, el centenario de la Revolución de Mayo.
En tercer lugar, con 15 por ciento, se ubicó la Fuente Monumental de Las Nereidas, también llamada Lola Mora por haber sido construida por la arquitecta Dolores Mora de Hernández; se lo puede ver en la Costanera Sur porteña. Representa a las Nereidas (hijas de Neptuno, dios romano del mar) asistiendo al nacimiento de la diosa Venus (deidad del amor la belleza y la fertilidad), inaugurada en 1903, en el Parque Colón, provocó en su época polémicas por estar representadas en ella figuras desnudas.
Con 8 por ciento, luego aparece la Estación de trenes del Ferrocarril San Martín, en Retiro, construida en 1912 en Av. Ramos Mejía al 1200, e inaugurada por el Ferrocarril Buenos Aires Pacífico como parte del servicio desde Palermo, atravesando la ciudad con puentes de ladrillo visto.
Por último, con un 6 por ciento de aceptación, la Pirámide de Mayo, obra del escultor francés Joseph Dubordieu. Desde el suelo hasta la parte superior del gorro frigio, esta escultura sirvió como inspiración para la “Alegoría de la Argentina”. Estas son esculturas o grabados, que simbolizan la libertad, la patria, entre otros conceptos abstractos usados por el Estado argentino, y representa, casi siempre, a una mujer joven vestida con una túnica de color claro además de una larga caballera ondulada al viento. A veces lleva un gorro frigio, símbolo de la libertad; la escultura tiene una altura total de 18,76 metros. Fue emplazada en 1811, pero fue en 1856, bajo la dirección del artista Prilidiano Pueyrredón, que se construyó una nueva pirámide sobre la base de la anterior.
Del muestreo surge que para la mayoría de los porteños el Obelisco forma parte de su vida, sobre todo de los que trabajan y viven en el centro de la ciudad, porque es un ícono que acompañó no sólo a la gente de Capital Federal sino a ciudadanos de múltiple origen en el país, tanto en momentos de mucha alegría, como la obtención de los mundiales de fútbol 1978 y 1986, la vuelta de la democracia en 1983, como en etapas oscuras o poco felices de nuestra historia, como la dictadura militar o la crisis del 2000-2001. Esa historia hace del Obelisco el mayor emblema para cualquiera de nosotros, desde hace 80 años y en la actualidad.