Las lesiones le acosaron, la rutina diaria de Kobe Bryant en el descanso de temporada casi era más agotadora que los entrenamientos diarios con Los Angeles Lakers, cuando estaba en plena actividad con su equipo. Se levantaba a las 5 de la mañana e iba al gimnasio por cuatro horas.
Luego de un descanso, pasaba otras tantas horas viendo videos de jugadas suyas, de Michael Jordan, de Magic Johnson y de otros grandes, y de los partidos de los Lakers. Cerraba el día con una tanda de tres horas de nuevo en el gimnasio, en las que realizaba cientos de tiros desde todas las distancias. En sus primeros tiempos, el triunfo era lo único que contaba para el joven Bryant. Pero su ego era tan alto, que inevitablemente se reflejaba en la cancha, en el egoísmo episódico de sus tiros.
Cuenta Ron Harper, ex compañero y ahora asistente en Detroit Pistons, que un día, mientras almorzaban en un restaurante en Los Angeles, Bryant le hizo montones de preguntas para conocer la rutina de trabajo de Jordan. »Le dije que MJ cada temporada se aparecía con algo nuevo que había perfeccionado en las vacaciones. Una vez fue un tiro en suspensión, una finta, una clavada, un pase o su tiro de tres, y Kobe empezó a hacer exactamente lo mismo», apuntó Harper.
El básquet es la vida.
A sus 37 años, llenos de triunfos y fracasos, de aciertos y de errores en su vida personal, Kobe Bryant sabe que al final lo que cuenta es la forma en que será recordado por los aficionados, por sus seguidores y por sus detractores. »El básquetbol es más grande que anotar puntos y ganar campeonatos. Es saber si uno ha sido capaz de inspirar a la gente por un instante, y que quieran ser una mejor versión de sí mismos», destacó Kobe en una reciente entrevista, una de las muchas que ha dado en su gira de retiro. »Yo le he dado todo a los fans y ellos también me han dado a mí, me inspiraron para ser la mejor versión de mí mismo. Los trofeos quedan para la posteridad, pero realmente quieres crear algo que vaya más allá que eso», apuntó. Bryant ocupa el tercer lugar en la lista de anotadores de todos los tiempos de la NBA, sólo por detrás de los líderes de esa estadística, Kareem Abdul-Jabbar y Karl Malone. También fue miembro de los equipos de Estados Unidos que ganaron medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y Londres 2012. Su legado va más allá de los cinco anillos que ganó al ser campeón, las 18 veces que fue elegido para el Juego de las Estrellas, 11 de ellas consecutivas, sus 30 récords para la franquicia de la NBA y otros muchas más marcas que lo colocan en un escalón habitado sólo por las leyendas de este deporte. Su legado queda cimentado por sus jugadas increíbles, y esa sangre fría a la hora de definir un partido con un tiro ganador, que le ganó el apodo de Mamba Negra. Es por ello, que entre los muchos regalos que le hicieron en su gira de despedida, se encuentra la mamba negra que tiene encerrada en una esquina del patio de su casa, como recordatorio de su grandeza.
Bryant aseguró que donó la serpiente al zoológico de Los Angeles al día siguiente de su último partido, cuando se levantó de la cama y se preguntó: ¿Y ahora qué?
Kobe no solo fue una estrella de una liga que está plagada de ellas, sino que fue el representante del baloncesto que parecía diluirse tras el retiro, de quizás el jugador más importante que ha generado este deporte, Michael Jordan. Si bien las comparaciones no tienen cabida, cabe hacerse para la NBA, el estandarte de ese jugador que podía ganar un partido por sí solo. No se podía despedir de otra manera, dejando su marca, en un partido que vio irse a otro emblema del mejor básquetbol del mundo.
Por:
Robert Linares
Matías Díaz
Ernesto Lorenz
Pablo Smink
Daniel Hernández